Franz Kafka escribió páginas preñadas de lucidez sobre la pulsión que empuja a los humanos que tienen problemas a crear una realidad paralela que saca al sujeto de su experiencia cotidiana. En un mundo imaginario, la realidad deja de existir o se hace llevadera. Si, hablando de la situación creada en Cataluña por la deriva independentista que abandera Artur Mas, la relacionamos con la gigantesca deuda que arrastra la "Generalitat" y, sobre todo, con los problemas y angustias de los 840.000 ciudadanos que no encuentran trabajo o el de los doscientos y pico mil que aguardan a ser atendidos por los mismos médicos que periódicamente se manifiestan contra los recortes de medios y salarios decretados por el gobierno que preside el señor Mas, ya tenemos un marco de referencia para comprender por qué decidió desviar la atención de la gente apelando a un mundo (la independencia) donde lo simbólico mira por encima del hombro a la realidad. El domingo por la noche sabremos cuánta gente se ha dejado reclutar por esa ensoñación.
A estas alturas, todo lo que se diga acerca de la trascendencia de las elecciones catalanas para la vida española quizás sea ya una palabra de más. Aún así, no es ocioso recordar que el lunes por la mañana, cuando los ciudadanos de Cataluña se despierten constatarán que los problemas que les angustian -el paro, la precariedad, las carencias asistenciales, la falta de créditos etc- seguirán siendo los mismos porque los sueños se desvanecen así que el día sigue a la noche. Que el señor Mas siga o que se vea obligado a dimitir si no alcanza la "mayoría excepcional" que implora, no les resolverá sus problemas.
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