En estos tiempos de crisis demoledora, la única institución que no sólo no se resiente, sino que incluso refuerza su proyección, es la familia. Después de muchas décadas de experimentación sociológica, hemos vuelto al modelo familiar de mesa de camilla preconizado por el Padre Peyton. La vigorosa defensa de la institución matrimonial que abanderan ahora los progres más pluscuamperfectos es buena prueba de la vigencia de la doctrina que el Papa Benedicto XVI (el archienemigo de la industria belenera) pronunció la pasada primavera en el Encuentro Mundial de la Familia celebrado en Milán: “Armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la familia, la profesión y la maternidad, el trabajo y la fiesta, es importante para construir una sociedad de rostro humano.” Y no me digan que en Almería no estamos teniendo vibrantes ejemplos de rostro. De rostro humano, quiero decir. Por ejemplo, hemos visto a una concejala comunista armonizar el tiempo de su trabajo y prolongar sus vacaciones para que su compañero, en California, pudiera conocer a su bebé. Desde la incansable búsqueda de Marco a su madre, no veíamos un ejemplo de abnegación familiar más transoceánico que el protagonizado por esta edil. Pero esto no es nuevo porque, para rostro, el empleado hace tiempo por un ex consejero de la Junta que, justificando los tráficos de influencias del entonces presidente de la Junta hacia la empresa en la que trabajaba su hija, sentenció eso de que “cualquier padre quiere lo mejor para sus hijos”. Oye uno esa frase y recuerda al inolvidable Miliki cantando “No hay nada más lindo que la familia unida” y los lagrimones empiezan a rodar sobre el empedrado. Pero como la familia es un lazo que va más allá de la sangre, acabamos de ver a un alcalde popular renunciar a su militancia por haber autorizado una acometida ilegal de agua en la casa de su suegro. “Dar agua a un vecino es un acto humanitario”, dijo después el alcalde a la prensa. “Y negársela a una suegra, un riesgo gravísimo”, que añado yo. En definitiva, la ven que la Familia vive en la actualidad un momento no ya dulce, sino empalagoso. Pero ojito con defender a la institución de cualquier modo, porque de la Familia a “La Famiglia”… hay apenas un paso.
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