Es María de las marías. María de cuatro marías que han bautizado esta posada del camino que conduce, estancias arriba, al Cerro del Roel, donde habita María, conocida como la Pequeñica. Fue un cuñado, Fernando, que luego se retiró, quien alumbró la idea de implantar una actividad nueva en zona tan aislada, donde se pierden los vientos que suben, Almanzora adelante, hacia los escarpados montes que colindan con las cumbres de Los Vélez. Es esta tierra de labor, de cultivos mediterráneos en los que florece el almendro y el olivo, y las abulagas dibujan los páramos en onduladas superficies que se pierden en un horizonte de ocres y pardos paisajes a los que la humedad del otoño ha pincelado de un suave verdor. Es éste un rincón de la acuarela albojense que quiere volar más allá de los perfiles geográficos y surge entre el puzzle de caseríos y alquerías que se alinean sin orden ni concierto, a gusto de los accidentes físicos, de los arroyos y ramblas que bautizan los variados parajes con los que el viajero se tropieza.
La actividad agraria es esencia de este lugar, en donde un buen día de hace casi dos décadas un hombre de campo, Domingo Sánchez, admitió como buena la sugerencia de iniciar un nuevo camino profesional, de ampliar las largas y pesadas jornadas de las tareas agrícolas, y con la insustituible aportación personal de María Campoy, su mujer, y su hermana, Angelita, junto a Juan, instalaron la estación de servicio de Las Pocicas, que también es “almacén fiscal” desde el que se distribuye carburante en toda la zona. Pero el surtidor y la distribuidora de gasóleos quedaban algo huérfanos en este punto de la carretera que comunica Albox con Chirivel.
Los nuevos industriales añadieron un pequeño bar junto a la gasolinera, en el que María disponía una suculenta paella que cocinaba en su propia casa, frente al negocio, para despertar el apetito de la incipiente clientela que ya comenzaba a correr de boca en boca la calidad y cualidades de las tapas y platos que esta emprendedora pociqueña expendía en su modesto bar de la gasolinera. Pero estos industriales no solo han alentado este negocio, sino que otro de los bares tradicionales de Las Pocicas, el de Bernardo, también ha estado arrendado por ellos hasta hace unos meses, con tal de mantenerlo vivo.
Este colmado, que entre el vecindario se conoce como “El barriles”, sorprende por su aspecto cuidado, ornamentado con nobles materiales de la zona. Madera en justa proporción y piedra de cantería, entreveradas con vidrieras, ofrecen un agradable conjunto. Pero la mayor sorpresa proviene de los fogones en los que se aplica Roque Navarro, un bastetano que se ha hecho lugareño, si bien el toque distintivo de la casa lo aporta, entre otras variedades culinarias, el ajo crujiente de almendra, una creación propia de María que algo del Saliente alto debe llevar porque sabe a la mismísima gloria, la que se goza en casa de María del Saliente.
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