Conforme se acerca la Navidad, no apetece hablar de política ni de crisis. ¿Para qué si hasta los líderes de aquí y de allá lo posponen todo para después de los Reyes con el alma ya en los placeres de Nochevieja? Se me ocurre que podríamos aprovechar este tiempo montando plácidamente en bicicleta. Es un viejo proyecto de la mayoría de los ayuntamientos aliviar el incesante estruendo del tráfico rodado a la vez que la contaminación ambiental. Para ello nada mejor que convertirse en motor de uno mismo pedaleando hacia el campo y abriéndose hacia los paisajes más entrañables. La bicicleta no es ruidosa, no apesta a gasolina, no tiene peligro salvo si te internas por la carretera general y allí te topas con el gran tráfico del que huyes. Con la bici la oficina está mucho más cerca; el gran atasco se puede sortear mejor: la farmacia la tienes más a mano. Almería no dispone de demasiados parques. Algunos carriles pensados para la bicicleta no se conocen dado que están ocupados casi siempre por los jubilatas. Desde la película de Fernán Gómez, hemos repetido casi todos aquello de que las bicicletas son para el verano. ¡Uau!. También son para el invierno. Con el frío se agarrotan las piernas, el deporte es ya imprescindible para quienes han sobrepasado el cabo de buena esperanza; hay que quemar toxinas, luchar contra la obesidad y la diabetes, y en último análisis, y aunque fuéramos el David de Miguel Angel y no lo necesitáramos, como poco está el placer de ver la ciudad sin coches como en Eurodisney. ¡Ay aquel sueño infantil de la primera bicicleta en Reyes!
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