Yo estaba aún en la cama cuando alguien empezó a tocar la puerta con insistencia, el timbre llevaba sin funcionar varios años. En el rellano de las escaleras oscuras y que siempre olían a coliflor cocida, encontré a Marcelo Fortes, no lo veía desde que estrenamos Ubu Rey, en la Universidad de Filosofía y Letras y la policía nos detuvo en los camerinos, por alteración del orden público, injurias contra el Caudillo y otros cargos que ni recuerdo.
El padre de Marcelo, que era el Gobernador Civil de Huesca, sacó a su hijo de los calabozos al día siguiente y el Rector de la Universidad tuvo que emplearse a fondo para que nos dejaran en libertad. Aquella semana que pasamos en la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol, acabó con nuestros sueños y la compañía de teatro se disolvió después de aquella mala experiencia.
Marcelo regresó a Huesca y los demás se dispersaron o estaban en otros menesteres más vulgares y ordinarios. Yo mismo preparaba oposiciones para cartero, por eso la presencia de Marcelo que había sido nuestro director, más que alegría me producía inquietud y si había llegado hasta mi buhardilla, algo tramaba y no tardaría en empezar hablar de sus proyectos.
Aquella misma mañana llegó a Madrid desde Almería, buscaba localizaciones para rodar la versión española de Jesucristo Superstar, disponía de diez millones de pesetas de la herencia de su madre para el rodaje y llevaba meses entregado a la escritura del guion, había dibujado a plumilla escena por escena. Sugerí a Marcelo que debía buscar actores profesionales y no aficionados, pero él confiaba en nosotros y tenía diez millones de razones para persuadirnos.
Sólo Santiago Jaén, que ahora era botones en un banco y fue el que más ostias recibió en la Comisaria de Sol por ser trostkista además de actor, rehusó embarcarse en la nueva aventura de Marcelo. Nuestro director, fue generoso durante los ensayos y aparte de buenos salarios, comíamos en los restaurantes más lujosos y no faltaba el más pequeño detalle. Él por su cuenta buscó a la gente del atrezzo; carpinteros, maquilladores un ayudante de dirección, cámaras… Franco agonizaba aquel mes de Noviembre de 1975, cuando nosotros pusimos rumbo Almería en tres Seat 1500 que compró Marcelo y un camión cargado con todo lo necesario para el rodaje.
Entre Almería y Tabernas, contratamos a los extras y algunos especialistas que supieran montar a caballo, manejaran las espadas y las lanzas en las batallas entre romanos y los zelotes. La película narraba los últimos días de Jesús de Nazaret, rodábamos a buen ritmo y Marcelo estaba radiante y entusiasmado. Aunque era exigente y caprichoso, sus expectativas se estaban cumpliendo y según me confesó creía que recuperaría en las taquillas lo invertido y bastante dinero más.
“Vendrán los días que no dejaré aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”, decía Jesús a los sacerdotes del gran Templo de Jerusalén. Cuando terminé de pronunciarla, Marcelo gritó; corten y no reunió a todos para felicitarnos, sólo quedaba la crucifixión y volveríamos a Madrid a rodar en los estudios y hacer el montaje.
Deberíamos aguardar al atardecer del día siguiente para rodar con la luz de esas horas, la escena ya la teníamos ensayada hasta la saciedad, yo mismo elegí a los dos extras que deberían quedar en la cruces situadas a mi derecha y a la izquierda. Hacía tanto frio aquella tarde de diciembre y como quiera que estábamos medios desnudos, no dejábamos de tiritar, así que antes de que el sol se escondiera Marcelo se le ocurrió encender unas zarzas cerca de las cruces, aquello daría un toque bíblico y el fuego queda muy bien en las pantallas, decía con aire de director de cine consagrado. La gente del atrezzo apiló aquellas zarzas no demasiado cerca para no achicharrarnos.
Mientras se rodaba una racha de viento levantó las zarzas por los aires como una bola de fuego que fue a parar contra la cruz en la que estaba Juan uno de los extras, los pinchos de las zarzas se enredaron en su corona de espinas y la peluca empezó arder abrasando su cabeza hasta matarlo en unos par de minutos.
Volvimos a los calabozos como años atrás, que estaban en el Gobierno Civil, el padre de Marcelo llamó a su colega y aquella misma noche quedó en libertad, pero nosotros estuvimos en la cárcel tres meses acusados de homicidio involuntario. Mi amigo Marcelo ahora es Diputado en el Congreso, lo veo algunas veces por televisión bostezando en su sillón yo ni siquiera puede presentarme a las pruebas de cartero por tener antecedentes penales.
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