Raquel Jiménez es una joven sevillana de 29 años. Madre de un niño de cuatro años, de nombre Gael, su profesión es la de modelo. Dice ella misma en su página web que sus medidas son 89-61-89, es decir, casi rozando el siempre deseado 90-60-90 de la “mujer diez”. Como otras tantas modelos españolas, hasta ahora era escasamente conocida por la opinión pública. Lo cual no quiere decir que no tuviera una alta consideración dentro del sector. Todo lo contrario, su elegante figura era demandada por las más importantes agencias de publicidad del país, y así la hemos podido ver en campañas publicitarias de firmas de tanto prestigio como Fiat, Toyota, Orange, Danone, Nestlé, Donuts, Gilette, Estrella Damm, etc.
Hace ocho meses algo cambió en la vida de Raquel. En el rodaje de un spot publicitario de una marca de champú se le cruzó en el camino un joven, también andaluz, de rizos endiablados y voz acaramelada. Conoció a David Bisbal. Y Bisbal la conoció a ella. El flechazo, cuentan una y otro, fue inmediato. La relación se pudo mantener en la discreción apenas un mes. Cuando la prensa los vio juntos un par de veces, y en actitud de algo más que amigos, ambos tuvieron que reconocer lo evidente: que eran novios.
Ahora, Raquel se enfrenta a una nueva etapa en su vida. Ella sabe que David despierta pasiones allá por donde va. Ser su novia no es nada fácil. Y si no, que le pregunten a Sara Carbonero. De hecho, la revista “Semana” ya se ha encargado de establecer un parangón entre ambas: “La otra Sara Carbonero”, dice. Los periodistas del corazón le van a perseguir por todas partes. Los teleobjetivos estarán permanentemente enfocados hacia ella. No le van a dejar en paz. Cierto que tanto incomodo tiene también su recompensa: su caché no es el que era. Y todo, por lo que tras sí arrastra este David. ¡Grande Bisbal!
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