De las escasas buenas noticias de los últimos tiempos hay una que descuella. Resulta que el idioma español va camino de ser la segunda lengua más utilizada en todo el mundo y que ya ocupa esa posición en el universo cibernético. Ha sido el Instituto Cervantes, en el último informe presentado por el maestro Víctor de la Concha, quien, al recordárnoslo, ha encendido todos los focos.
Se calcula que en 2030 habrá 500 millones de ciudadanos cuya lengua materna será el español. Hoy rondan los 400. Es un hecho extraordinario al que no damos la importancia que merece. Y menos, en estos días en los que hay minorías empeñadas en empequeñecer tan gozoso patrimonio.
Tengo una visión optimista del futuro del español aunque desconfío de la ligereza con la que se aceptan los préstamos procedentes del inglés porque entrañan una amenaza seria para la unidad del idioma. La jerga cibernética coloniza sin apenas resistencia todos los idiomas del planeta, con la excepción del francés. Nuestros vecinos se toman muy en serio las cosas relacionadas con su idioma.
Deberíamos llamar la atención de los jóvenes sobre la contaminación idiomática porque son quienes con más entusiasmo emplean palabras importadas del inglés; términos que empobrecen una lengua como la española que posee recursos idiomáticos suficientes como para facilitar la traducción exacta o la adaptación de cualquier palabra procedente de otra lengua evitando así lo que, hace un siglo, en premonitorio y feliz neologismo, Julio Casares llamaba: "forasterías". Por lo demás, larga vida al español, un idioma sin fronteras.
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