Presente abrumador, futuro incierto

Presente abrumador, futuro incierto

José María Pérez Tudela
23:06 • 20 ene. 2013

Tímidamente pienso en un principio de la democracia que en mi longeva existencia no conocí. Una risa sarcástica se abre en los labios todavía carnosos de mi dulce compañera cuya sonrisa, cuando me besa, me eleva a la altura del cielo.


Artur Mas es un personaje virtual y con esa premisa puede pasar a la Historia en la que figuran todos: los buenos y, consecuentemente, los malos. Los  restantes políticos con responsabilidades, empezando por Rajoy -tan orgulloso y estricto cumplidor de las órdenes que dicta Bruselas, que parece carecer de ese órgano preciso que se llama corazón- deben evitar las súplicas inútiles a esta criatura y obrar de inmediato a favor de esos niños cuya sangre corre a raudales en tantos países inhóspitos; personas en la flor de la vida, además de esos viejos que lo dieron  todo y carecen de techo, pan y paliativos para los dolores.


En esta tarde de nubes bajas y negras mi ánimo se encuentra muy perturbado y llamo a mi dilecta amiga, Pilar Pérez, cuya imparcialidad es pura y manifiesta; le pido por favor un fragmento de sus hermosas poesías. Leed, por favor: “Volverán a florecer ramitas de mejorana para que robes mis besos las noches de luna llena”




Anoche cambió algo el panorama y siento que entre unos y otros, poniendo empeño en la difícil tarea, podremos cantar VICTORIA. Siempre que rezo, o mejor rezamos, mi dulce compañera y este viejo,  dirigimos nuestras oraciones al Sumo Hacedor y nuestras plegarias engloban al mundo entero. Cualquier niño, de cualquier raza, tiene los mismos derechos que mi nieto menor aunque las circunstancias sociopolíticas les priven de ellos.


Los malhechores deberían cumplir merecida condena por sus delitos y los que han robado, impunemente hasta ahora, devolver el dinero manchado por lo general de sangre inocente. Todo este tipo de cosas abrumadoras deberían diluirse para siempre en el horizonte, lejos, muy lejos de las criaturas que sabemos amar aunque no seamos correspondidas. ¡Cuantas mañanas veo cruzar ante mi vagabundos que duermen en  los bancos de las plazas y jardines! Lo de Siria es un cáncer difícil de curar ya que sus presuntos médicos olvidaron el juramento de Hipócrates. Un geriátrico sin un ápice de humanidad ha utilizado a veinticuatro muertos para obtener medicamentos, aunque me temo que esto no es más que un ejemplo de la picaresca, de tan honda raigambre entre nosotros, propiciada por los recortes.




No me olvido de las personas decentes para las que pedimos a Dios, mi Paca y yo, perseverancia y, por último, quisiera recordar a los jóvenes que no lo conozcan aquello de Miguel Ángel Buesa: “Vuelan las hojas secas en el atardecer, yo también fui hoja verde que se secó después”





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