Sobre lenguaje político (III)

Sobre lenguaje político (III)

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22:44 • 17 feb. 2013

Hace quince días hablábamos de Obama y del expresidente Adolfo Suárez. Fue al referirnos al uso que ambos líderes hacían en sus discursos políticos de lo que denominábamos allí series enumerativas, o sea la repetición de frases cargadas de intención y con unas estructuras en paralelismo. Elegimos dos ejemplos, si bien tal forma de expresión aparece con mucha frecuencia en los discursos políticos de ayer y de hoy. Como recordación, vamos a citar dos casos más; el primero lo emitió Rajoy, en el “Debate de la Nación” (2007), cuando se dirige a Zapatero de esta manera: 


 un gobernante 


     puede perder la confianza de los ciudadanos si comete un error grave, 




     puede perderla igualmente si retuerce la ley, 


     puede perderla, en fin, por mentir. 




usted ha hecho las tres cosas: 


     ha cometido un error gravísimo, 




     ha jugado con la ley y es notorio que está mintiendo a los españoles desde mucho antes de ocupar ese escaño.


 


El segundo es del expresidente Zapatero y fue emitido en 2002, también en el “Debate de la Nación”; el líder socialista, con este tipo de estructura, se opone a quienes pretenden convencernos de que en la época de la globalización para competir son necesarios salarios bajos, precariedad laboral, falta o recorte de derechos sociales:  


Quienes dicen eso ahora 


     son los herederos de los que en el siglo XIX 


     se negaban al derecho al seguro de enfermedad, 


     se negaban a un sistema público de pen­siones, 


     se negaban a reducir las horas de trabajo; 


     son los que aquí en los años ochenta no votaron las pensiones contributivas, 


     son los herederos de ese discurso.


 


Evidentemente, estas series enumerativas se emplean en los momentos en que el político considera la necesidad de realzar una idea de su exposición. No hemos de olvidar que, en el intento de convencer, estas combinaciones tienen una gran capacidad de convicción; el uso rítmico de cada uno de los elementos que componen las citadas series y la insistencia en determinadas formas (mismas palabras, mismos tiempos verbales, idénticas estructuras, etc.) mueven a los oyentes emocionalmente y contribuyen a su convencimiento. 


Pero entre la repetición de un vocablo, que también vimos en el artículo anterior, y estas series que ahora comentamos, existe un tercer tipo de repetición, propio del discurso político aunque no exclusivo de él. Cuando Zapatero, en el parlamento, dice que su Gobierno va a afrontar determinadas reformas “con todo rigor, firmeza y determinación”, utiliza tres términos diferentes, pero casi sinónimos (rigor, firmeza y determinación) para calificar sus medidas; y con su uso lo que está haciendo es fortalecer su argumentación, la convicción de su juicio, con tres razones, aunque esas razones repitan una misma idea: la ‘energía’ con que pretende llevar a cabo su reforma. Al mismo tiempo, dichas construcciones embellecen el discurso. Muy parecido es este otro ejemplo, ahora de Rajoy, en 2006, cuando habla del precio que nos ha costado a los españoles arrinconar a ETA: “nos ha costado un precio muy alto si lo medimos en la sangre, en el dolor y en la desolación de las víctimas, un precio muy alto”. Es un ejemplo parecido en cuanto que usa los tres elementos de la serie enumerativa (sangre, dolor, desolación) si bien sus significados no son sinónimos, sino que aparecen en degradación en cuanto a su contenido (sangre es más duro que desolación), además reforzado por el sintagma un precio muy alto, que se repite al inicio y al cierre de la serie. 


Es normal, por tanto, que en un lenguaje con el que se pretende persuadir como es el político, la repetición, que implica énfasis, que refuerza las argumentaciones, ciertas o falsas, sea un elemento estratégico importante; con él, se exagera igualmente los males y torpezas rivales como los avances y aciertos propios, aun sin ser tan desgraciados los unos ni tan dichosos los otros.  


En el próximo artículo no hablaremos de mentiras, pero sí de algo tan próximo como es el enmascaramiento de la verdad, una forma de manipulación propia del lenguaje político. Posiblemente, el ejemplo más conocido sea el de Zapatero y sus doce sintagmas para evitar el vocablo crisis durante un debate en 2008: “situación ciertamente difícil y complicada”, “condiciones adversas”, “una coyuntura económica claramente adversa”, “brusca desaceleración”, “deterioro del contexto económico”, “ajuste”, “empeoramiento”, “escenario de crecimiento debilitado”, “período de serias dificultades”, “debilidad del crecimiento económico”, “difícil momento coyuntural”, “empobrecimiento del conjunto de la sociedad”, “gravedad de la situación” y “las cosas van claramente menos bien”. Un ejemplo maravilloso de engrandecimiento de la lengua española. Siempre está la otra cara. 


Pues eso. 



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