El termómetro es implacable en el exterior. Las bajas temperaturas de estos días de febrero se recrudecen en las primeras horas de la mañana, cuando el sol apenas deja calentar a sus débiles rayos que impactan en el edificio de la residencia de Oria “Alcalde Bartolomé Sánchez Moreno”, conocida como residencia de mayores, sin más. Mayores son las cuarenta y una personas que viven en este geriátrico público, perteneciente a la red de centros asistenciales de la Consejería de Salud y Bienestar Social, cuyo nombre se ha incorporado a la actualidad provincial de las últimas semanas. Como todos los días a esta hora, José, un octogenario paisano que lleva algunos años de residente debería haber desayunado y estaría encaminado hacia el gimnasio del centro para incorporarse a las sesiones de rehabilitación física. Sin embargo, José se encuentra aún postrado en la cama de su habitación, a la espera de que acudan las auxiliares y le ayuden en su aseo y a vestirse. El hombre se ha armado de paciencia y se resigna por el retraso de las empleadas del establecimiento, cuyo número hoy es menor.
Antonio ocupa la habitación contigua a la de José. Ronda los ochenta años y llegó al centro después de un largo peregrinaje por otros establecimientos asistenciales. Él ha podido abandonar la cama por sus propios medios. Le tocaba hoy el baño, pero tendrá que prescindir de mismo, pues aún no se han personado las auxiliares en su dormitorio, ya que la plantilla, de veinticinco trabajadores, está reducida en cada turno. Antonio se hace cargo y aguarda a que vayan a avisarle para trasladarse al comedor y tomar el desayuno. Isabel, que frisa los ochenta y siete años, sabe que hoy no podrá ocupar el sillón más cercano del calefactor de la sala comunitaria porque ignora cuándo podrán levantarla, darle el desayuno y dirigirle los trabajos cotidianos de manualidades. Dolores, María, Elvira..., los que abonan con sus pensiones su estancia y los que no, todos saben que hoy se verán alterados los habituales horarios y actividades del centro porque solo operarán los servicios mínimos, debido a la huelga a la que ha tenido que recurrir el conjunto de trabajadores que hace posible el funcionamiento del geriátrico, a los que la empresa gestora, Geriátricos Urbanos S.L., con pésima reputación en el sector asistencial, les debe nueve mensualidades y porque están hartos de engaños, patrañas y mentiras. Son vocacionales profesionales que duplican las manos cuando escasean, calientan el agua para el aseo cuando no hay gasóleo, inventan calefactores cuando no funciona la calefacción, y emulan el milagro del pan y los peces cuando la despensa se resiente. Y lo hacen, al margen de su profesionalidad, porque ellos y ellas, al contrario de los gestores y titulares del geriátrico, sienten correr por sus venas algo tan escaso en nuestra sociedad: conciencia y humanidad.
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