Según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional, dependiente del Ministerio de Fomento, la primavera comenzará el miércoles, veinte de marzo, a las doce y dos del mediodía, una hora menos en Canarias. Quiero dejar claro desde ya que me opongo frontalmente a esa realidad. Este año la primavera tiene que entrar antes. Sí o sí. ¿Me escucha alguien? Acepto sin reservas los tres eclipses que se producirán –dos de luna y uno de sol-, el cambio de hora del treinta y uno de marzo, la buena visibilidad de Saturno, Júpiter y Venus, y la previsión de una alta actividad magnética solar. No me voy a poner tiquismiquis en ese tipo de cuestiones. Pero exijo que se adelante todo lo posible la entrada de la primavera. Amigos, a estas alturas de la película, esta demanda es a todas luces innegociable. Repito, innegociable. Todos los esfuerzos que invirtamos son de vital importancia. Y si arrimamos las caderas, lo conseguiremos. Creedme. Lo que a continuación sigue es una breve guía práctica para que la primavera estalle mañana mismo.
En primer lugar, poned en un punto visible del armario las camisetas de manga corta. Desordenadlas por colores. Es importante que, en el hipotético caso de que llegue el fin del mundo en forma de zapato de fuego, nos pille en las terrazas de los bares. No nos salvará, pero nos lo tomaremos de otra manera. Leed algo de poesía en el autobús. Cada seis horas, diez o doce versos. Los que saben de esto dicen que la poesía siempre reverdece la lengua y los labios. Abandonad el asfalto con cierta frecuencia y seguid la orillita del camino, que no pasa nada por perderse de vez en cuando. Ahí están los vientos, los faros y las mareas por si nos da por preguntarnos hasta dónde hemos llegado esta vez. Las canciones, ya se sabe, las de siempre. Que mira tú por dónde nunca son las mismas. Los secretos, las luchas internas y los temores, como la ropa tendida: al aire libre. Es importante que, para que la primavera no nos rehúya, nadie se cuelgue el móvil en el cinturón ni acepte la riñonera como recurso estético. Cualquier énfasis que le dé a este último punto es poco. Por favor, no riñoneras y no móvil en el cinturón. No la caguemos. Vaciad el cajón de las medicinas y empezad cuanto antes con la hierba luisa, el tomillo y la albahaca, que huelen y suenan mejor que el ácido clavulánico. No os andéis con remilgos: saltad las tapias para robar limones a manos llenas. Y lo más decisivo de todo: no volváis a casa antes de las doce. Total, ¿qué podemos perder con intentarlo?
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