Sobre la memoria

Así como no podemos añadir una cuarta a nuestra estatura tampoco podemos prescindir de la memoria de la que estamos hechos. Sin ser hegelianos, digamos también que el porvenir se compone de pasado y de presente. Desde este esquema,  espanta lo que hacen los españoles con su memoria. Nos gusta investigar en las cuevas para analizar la huella del hombre prehistórico. Buscamos las pisadas de los dinosaurios como un reclamo para el turismo. Nos orgullecemos de las azañas guerreras de nuestros mayores, Ahora bien, que no  nos mienten lo brutos que fuimos en  nuestras guerras civiles. Eso ya pertenece a los prejuicios  inherentes   a la ideología y ésta es la razón de que aún no puedan ponerse de acuerdo ni la izquierda ni la derecha de este país. Llegó la democracia. Había que arrinconar los signos y emblemas belicosos de la dictadura. La derecha, hostil y remolona, se opone hasta hoy mismo. Mientras los vencedores llenaron las plazas y las iglesias de homéricos homenajes a sus mártires, los vencidos tienen aún a sus muertos en la cuneta sin nombre. Gobernó el PSOE y creyó de justicia una ley de memoria histórica que enterrara con honor a las víctimas del otro lado. No la tragan. No han dado ni un paso para la reconciliación a pesar de sus muchas aparentes lloriqueras. Dicen que esa ley es antigua y obsoleta porque la guerra civil ya está superada. ¡ Superada!  Eso quisiera uno. Háblales de la guerra de Irak, de las mentiras que gestionaron para engañar al pueblo sobre la matanza del 11-M, de las mil trampas que le han tendido a Zapatero. No  obstante, cuando la historia les conviene bien que echan mano de ella. Piénsese, por ejemplo, en las explicaciones que dieron sobre el origen de la crisis. Piénsese asimismo en el uso casi canallesco que hicieron de la herencia recibida. Por esos no ganan en Andalucía. Allí  los trabajadores todavía tienen memoria.