Los amigos le hemos llamado siempre Bartolo. Aquel que llevaba en el coche la casa a cuestas, que sabía más que nadie de cabras y que enterró en Tierras de Oria hasta el prestigio político de Tomás Azorín en su tiempo de presidente de la Diputación. ¿Se acabaría la plaza de toros? Bartolomé Sánchez, genio y figura hasta que se muera, ha vuelto a las andadas. Ha protagonizado una huelga de hambre en defensa de los trabajadores de la residencia de Oria que lleva su nombre. A Bartolo hay que reconocerle el mérito, lo quieran o no algunos vecinos, de lo que Oria es en estos momentos. No ha sido un ortodoxo de la política, es cierto, y creo que no lo va a ser nunca. Su vida tampoco ha sido un modelo, pero puso siempre por delante un cariño especial por su Oria de su alma. Tanto es así, que en más de una y de dos veces se le oyó decir a Tomás Azorín: “Bartolo nos mete a todos en la cárcel”. No creo que ningún pueblo, del tamaño de Oria, haya recibido tantas inversiones como éste a lo largo de los años en que Bartolo estuvo en la política activa. Hoy, fiel a su forma de ser, pone su vida al servicio de una causa, la de unos trabajadores que no cobran desde hace meses y de una residencia que por nombre lleva el de Bartolomé Sánchez. Pepe Céspedes nos podría contar anécdotas de aquel Bartolo que si tenía que llorar en el despacho de Azorín, a moco tendido lo hacía, para convencer al presidente de lo que quería y necesitaba para su pueblo. Siempre es un consuelo, cuando los años llaman con fuerza a nuestra puerta, ver que todavía hay ganas para luchar por la gente. Me alegro Bartolo de que sigas ahí.
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