Cunde la costumbre entre los miembros de este Gobierno de llamar a los medios para darles una información de interés general dejándolos luego con la palabra en la boca sin poder preguntar. Como la nueva normativa, preparada desde La Moncloa, la conoceremos seguramente allá por julio que viene, si es que no sufre los oportunos retrasos, me propongo hacer aquí las preguntas del lugareño. Ya conocen la doctrina: habrá alcaldes que no cobren y otros a los que se les rebajará el sueldo. Los que además de alcaldes sean diputados o senadores podrán intercambiar el sueldo municipal por el de padre de la patria. Pero ¿qué será del alcalde del pueblo pequeño que ni cobra ni tiene otra sinecura emanada de su cargo? Las filtraciones anuncian que o siguen de alcaldes con voto de pobreza como si fueran cartujos o se marchan a ocupar sus antiguos trabajos. Qué trabajos, se preguntará escéptico el lugareño. ¿Y si se metió en política precisamente porque no tenía trabajo? No sé si Montoro habrá pensado en la tentación satánica que supone dejar sin sueldo a un servidor del pueblo. A mí esta disposición aparentemente austera me recuerda la vuelta del franquismo. En los ayuntamientos de la dictadura ningún concejal cobraba, sin embargo todos tenían, por lo menos los que yo conocí, una serie de empresas auxiliares que se beneficiaban de la política. No querrá nuestro ministro de Hacienda que vuelvan los aeropuertos sin aviones, las urbanizaciones a pie de playa y los chalet al final de las ramblas díscolas. Se necesita mucho desprendimiento y una entrega casi mística para ser alcalde y no obtener nada a cambio. Mejor que cobren todos y si no hay dinero para los de abajo que lo desquiten del sueldo de los de arriba. Pero esta nueva lucha de clases entre los detentadores del poder municipal por vía democrática no conduce a nada bueno.
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