En la muerte de Chávez

En la muerte de Chávez

Manuel Abad
21:54 • 11 mar. 2013

Siento una profunda lastima por todo el que se muere, y por la muerte de Hugo Chávez también. Quizás más porque la vida nos da una lección para los que practican la soberbia. Este hombre ha estado micrófono en mano desafiando a la potencia mas grande del mundo y se convirtió en caudillo de medio continente americano. 


Le fue bien. No podemos decir lo mismo de sus súbditos, que carecen de lo más elemental, con lo que hubiera dado de si que en lugar de armarse hasta los dientes hubiera dedicado esos ríos de oro que le ha proporcionado el petróleo a hacer hospitales, escuelas, fábricas, viviendas, modernizar la agricultura, abrir mercado al mundo. 


Por el contrario deja un país en el que falta de todo, cuando aquella tierra cría de todo para muchas veces más que la población que tiene. Hay que perdonarlo porque  a lo mejor no ha sabido hacerlo mejor y esto me hace recordar algo que dice así:




 


De qué sirve presumir,




Rosal del gran parecer,


Si aún no acabas de nacer,




Cuando empiezas a morir,


 


Y ya, al más puro estilo de Hollywood, sobre un montaje de puesta en escena del final de la película, el espectáculo de ir nombrando a todos los jefes de Estado, entre ellos al Príncipe Felipe, a pasar en formación y hacer guardia ante el féretro del último mohicano, porque ya aquí se acaba la historia de este país caluroso y rico vestido de rojo en lugar de blanco.


Y para remate embalsamarlo como a Lenin, Mao y Ho Chi Minh y el gran recuerdo de sus hermanos los Castro, Evo Morales, la Kichner y toda la panda de palmeros que a muchos políticos les gusta llevar allá en América  y aquí en España.



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