Eso es la gripe

Juan Manuel Gil
22:50 • 12 mar. 2013

Como una lengua caliente lamiéndote los ojos. Como una lengua helada lamiéndote la espalda. Eso es la gripe. Pero no sólo eso. Tiene los dedos lo suficientemente largos y fuertes como para alcanzarte las costillas. Las aprieta hacia adentro como si quisiera demostrarte que eres de madera. Y todo, aunque es como,  parece indicar que es así. El crujido, la humedad, el aire caliente y el temor a astillarte por algún lado. La gripe no duerme mientras está. Se sienta en tus rodillas y las manosea. Te sopla en los codos. Te seca el cielo de la boca. Consigue que el viento entre en tu cabeza y desordene el significado de las palabras. Todo es así hasta que llega el calor, hasta que irrumpe la fiebre y mordisquea cuanto tiene a su alrededor. Lo que ves, lo que rozas y lo que intentas estúpidamente oler o saborear. Es lo más cerca que estamos del centro del delirio. Ése que nos hace creer que nuestra cama es un amasijo de chatarra, o que llevamos demasiado tiempo aguantando la respiración, o que, sencilla y terriblemente, lo imposible se hace crudísima realidad. Y así, trenzando el sudor con el escalofrío, uno cree verle las grietas a todo eso que nos rodea. El mínimo espacio por donde se escurre lo que de otra forma resulta invisible. El deseo más intenso y los miedos innombrables. Las verdades extrañas y los secretos ilegibles. Es esa misma gripe que te hace dormir durante horas y días y meses, que te desencadena el lloriqueo más ridículo, que te enreda en endecasílabos, metáforas y canciones surrealistas y que te enseña a deletrear la palabra paracetamol tres o cuatro veces al día. Es esa gripe que tengo yo ahora mismo dentro y fuera. Que mira este texto por encima de mi hombro y me obliga a escribir y borrar una y otra vez, mientras me hace todo eso de ahí arriba: me lame los ojos y la espalda, me abraza con una fuerza desconfiada y me tritura las rodillas. Es esa hija de la gran puta que parece decirme ¿Qué pasa? ¿A ti no te va lo intenso? Vengo a mostrarte lo que habitualmente no ves. ¿El dolor es un problema para ti? Pues entonces me he equivocado contigo.







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