Pontificando

Mientras millones de personas apartan la vista de sus móviles de última generación, de sus tabletas, del facebook y del twitter, y dejan de guasapear con sus contactos para fijarse en una arcaica y sencilla chimenea, asistimos a un sorprendente ejercicio de especulación informativa acerca de lo que está pasando en el interior de la Capilla Sixtina. Parece evidente que hay dos especies que no le tienen miedo a nada: una es la de los pokémons y otra la de los tertulianos. Y como a las tertulias no acuden los primeros, cualquier televisión o radio es ahora un espectáculo de auténtica fantasía animada. Aunque sé que esto puede suponer una pedrada en mi propio tejado, admito mi estupefacción ante el aplomo con el que se están realizando afirmaciones categóricas sobre el número de votos, los grupos de presión, los apoyos y los posibles candidatos a nuevo Papa, como si alguien tuviera la capacidad de conocer las interioridades de un cónclave que, por su propia naturaleza, es tan secreto como hermético. Y el resultado es que las informaciones sobre el proceso de elección del nuevo Pontífice se están pareciendo cada vez más a las retransmisiones que José Luis Ulibarri hacía del festival de Eurovisión, en las que relataba con minucioso alarde las razones por las que, por ejemplo, los miembros del jurado de Tallín (Estonia) habían otorgado los doce puntos (tuelfpoints-dusepuá) a la canción danesa y no a la chipriota, con la que tenía entablada una reñida competencia. Bueno, pues así estamos: hablando a humo de pajas e interpretando al Espíritu Santo. Vano empeño que, sin embargo, me viene como anillo papal al dedo: habemus columnam.