El episodio del festival de chocolate con churros en Alhama parece que puso fin a una serie de estridentes alcaldadas provinciales. Pero no. La penúltima nos llega de Albox con un alcalde que, inspirado en la revolución bolivariana, se envuelve en la bandera y exhorta a la aguerrida defensa del pueblo contra los ataques de poderosas multinacionales e injerencias del Gobierno central. Es la reedición de las andanzas de Juan del Pino y Riquelme, “libertador” de Filabres y Almanzora; un personaje que luchó contra Napoleón en favor de otro personaje no menos detestable (Fernando VII).
El alcalde de Albox, superado por la precedente irresponsabilidad por él compartida, pretende desviar los compromisos que todos los ciudadanos estamos obligados a observar librando una batalla pletórica de populismo.
Aquí, de momento, el que compra paga. Que no pase como dice un comerciante albojense “chacho, ya no me compran ni los que no pagaban”. La cosa está mal, pero la solución no es criminalizar a las multinacionales y clamar por el sustento de los hijos de los funcionarios.
El alcalde ha de saber que la prioridad de todos los ayuntamientos es pagar a los funcionarios y, al mismo tiempo, buscar las soluciones racionales para satisfacer las deudas y compromisos adquiridos. Quedan al margen artificios demagógicos y calificativos contra los acreedores y, afortunadamente, todavía no se puede recorrer las calles expropiando y nacionalizando lo que no nos guste, cerrando lo que nos molesta o mandando detener a los electricistas.
Los ramalazos bolivarianos, instruidos por afinidad populista, despiertan el totalitario que algunos llevan dentro camuflado con abalorios democráticos y progresistas.
La pretensión de crear un parque temático comunista en Andalucía trae como consecuencia actuaciones que difícilmente ensamblan con un estado de derecho. No olvidemos que el “éxito” del comunismo se fundamenta en la forja de un enemigo indeterminado al que se le aplican todo tipo de amenazas y permanente hostigamiento. Esta táctica sirve, tanto para la dictadura de izquierdas, como de derechas.
Franco no cesaba de ver amenazas en los contubernios y buscaba, bajo palio, la divina protección creyéndose iluminado y favorecido por la Providencia. Y así sucede con los dictadores de la otra orilla que, de no haber sido “inoculados” de cáncer por los enemigos de la Revolución, hubieran deparado décadas de más incultura, miseria y vasallaje.
Y, no contentos con el martirologio, pretenden convertir la urna de la momia en una nueva “arca de la alianza” bolivariana; y algunos, siempre un poco p’allá, ya dicen comunicarse con el más allá.
La hipocresía no pasa factura a la izquierda reaccionaria. Valderas se permite distinguir a sus camaradas en función de la lencería (la de las tetas gordas), y Maduro exhibe, manosea y besuquea a su esposa para señalar a su oponente, como diría Fidel, de “mariconsón”. Así se las gastan los del Observatorio de la Igualdad, la extensión de derechos y beligerancia contra la humillación homofóbica: dime de qué presumes…
La pretendida “inoculación” del modelo bolivariano sólo ha partido de Andalucía. Nadie, en otras comunidades, ha secundado semejante propuesta, y supongo que hay radicales por doquier; incluso etarras favorecidos por Chávez no alumbran este dislate.
Lamentablemente, Andalucía es un escenario proclive a estos experimentos al potenciar un substrato de cultivo que aportan tan lamentables como inapelables indicadores: incultura, paro, subsidio, clientelismo y el permanente espejismo de estar en vanguardia de las modernizaciones y en animosa beligerancia contra los ataques externos, vengan del Gobierno o de cualquier otro foco de disidencia ideológica.
Un Marinaleda, en su dimensión, es soportable. Pero 87.597 km2 y ocho millones y medio de habitantes, bajo el yugo bolivariano que pretende importar IUCA, es para pensárselo; o mejor, no perder más el tiempo con estos desvaríos.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/39676/ramalazos-bolivarianos