El cinismo se ha instalado en la política nacional. Los últimos en llegar son los altos cargos de la Junta de Andalucía que hacen como si el escandalazo de los ERES falsos no fuera con ellos. El penúltimo, Oriol Pujol, imputado en un caso de presunto tráfico de influencias. Pese a ello, no entrega su acta de diputado en el Parlamento de Cataluña y en un gesto que delata la concepción patrimonial que tiene de la política ha delegado su cargo de secretario general de CDC. Dimitir como diputado, ha dicho, "sería excesivo". Un cínico. Otro más en la lista en la que figuran nombres como el de la ministra Ana Mato, el exministro socialista José Blanco o el expresidente de Cajamadrid Miguel Blesa. Son cínicos pero a su manera emplean la lógica. Es el caso del exsenador y extesorero del PP Luis Bárcenas cuya declaración ante el juez constituyen un genuino ejemplo de la filosofía que anima al cínico a perseverar. El juez preguntaba a Bárcenas por qué puso su dinero a nombre de una fundación panameña. La explicación fue diáfana: "Lo que me preocupaba estando en política era tener una cuenta a mi nombre... teniendo una fundación constituida, evidentemente era más difícil saber quien era el titular real de los fondos". Así de simple. Un senador del Reino de España que tenía claro lo que estaba mal. Y para él, lo que estaba mal, no era defraudar, lo malo es que se descubra el pastel. Dado que quienes se dedican a la política lo hacen de manera voluntaria, cabe colegir que lo suyo no es ni más ni menos que un negocio. Lo tenía claro aquél otro que no sabía que tenía el teléfono intervenido. "Oye, yo estoy en política para hacer dinero". Pues en eso están algunos. Lo malo es que no son pocos.
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