Poca gente podía comentar algo de Chipre hace tres o cuatro semanas. Personas con cultura tendrían incluso dificultades para colocarla en el mapa. Ahora una nación de algo más de un millón de habitantes ha puesto de los nervios a políticos e inversores europeos.
Chipre fue colonia británica durante bastante tiempo. Aún se conduce por la izquierda, hay cabinas telefónicas como las de Londres, bases militares británicas en la isla, desde donde la Royal Navy y el gobierno londinense vigilan esa parte del Mediterráneo y la delicada zona del Cercano Oriente.
Hace años ingresó en la Unión Europea, en parte por razones económicas y en parte para sentirse más arropada ante la presencia turca( Turquía invadió la isla hace décadas y mantiene ocupada una porción donde se concentra la población de esa etnia). Recientemente la presencia rusa ha aumentado espectacularmente.
Se dice que ya hay 40,000 rusos , las arcas de los bancos chipriotas están escandalosamente repletos de depósitos de millonarios rusos y Moscú concedió un jugoso crédito al gobierno de Nicosia. Sin embargo, ha sido Alemania la que ha intervenido decisivamente en la crisis chipriota y la que en buena medida ha impuesto sus reglas de juego.
Gran Bretaña, que no está en el euro, ha sido un espectador, Francia un comparsa y Rusia, irritada, mantenida al margen aunque muchos de sus ciudadanos se estaban jugando los cuartos. Es la enésima prueba irrefutable de quien lleva los pantalones en le Unión Europea. Se trata, como habrán adivinado, de la señora Merkel.
Ya habrán leído como ha estallado la crisis, Chipre estaba sin liquidez y ni el Eurogrupo, ni la Comisión Europea ni el Fondo Monetario Internacional estaban dispuestos a darle una inyección monetaria si antes del lunes 25 los chipriotas no se purgaban. Es decir si sus bancos no imponían una quita a los depósitos. Se podía discutir si la tasa afectaría sólo a los superiores a los 100,000(con un 9 o 10%) o si abarcaría también a los más modestos(con un 6´75%).
La indignación de la población chipriota fue clamorosa, muchas publicaciones como el prestigioso “The economist” sostienen que las deliberaciones y decisiones de la troika citada han sido un desastre incluso para los standards de la Unión Europea, pero, de una u otra forma, aguado o no, el aceite de ricino tendrá que ser ingerido. Las otras opciones, salida del euro, quiebra de los bancos del país… parecen ser mucho menos digeribles. En Europa, por la sombra aún remota del contagio, el tema preocupa, se ha incluso aplazado una importante reunión con Japón.
Las lecciones, entre otras, que podrían extraerse son:
a) Alemania es la que corta el bacalao y la señora Merkel tiene elecciones dentro de seis meses escasos. No está dispuesta a que sus adversarios le quiten votos por no defender al contribuyente teutón. En muchos países europeos no nos percatamos de que ha crecido geométricamente el número de votantes alemanes que piensan que los países del sur de Europa no se aprietan el cinturón, son alegres en el gasto mientras que ellos son austeros.
Chipre, más que Italia, España o o Portugal, sería el paradigma. Para los alemanes se trata de despilfarradores con un sistema bancario que acoge generosamente a los que lavan dinero y a los evasores de impuestos(aquí entrarían los rusos que parecen tener 49,000 millones en depósitos de más de 100,000 euros). Doña A. Merkel ya ha dicho que el patrón bancario chipriota “no es claro”. Lord Salisbury, cuando mandó un representante a Chipre en 1878, oyó que alguien se quejaba porque no hablaba griego ni turco. “Mejor”, comentó, “así oirá menos mentiras”. Esta parece ser la impresión germana sobre la isla.
b) Alemania es, de nuevo, denostada. “No queremos un IV Reich” rezan las pancartas en Chipre y las teorías conspiratorias se disparan. Berlín querría apoderarse del gas chipriota para depender menos de Rusia, quiere desplazar a Moscú de la isla…
c) Alemania, con todo, no está sola. Finlandia, Austria, Holanda….la apoyan decididamente. El Norte, ellos, piensa que el Sur, nosotros, tenemos algo de vividores a su costa.
d) La Unión Europea no sale reforzada. La crónica división en temas políticos se ve ahora reflejada insistentemente en cuestiones económicas
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