Parece que ya han cesado las especulaciones sobre las razones por las que el papa Benedicto XVI presentó su dimisión. Todas las cosas tienen su tiempo. Las verdaderas causas posiblemente nunca se sabrán. Vive demasiado a gusto Joseph Ratzinger en su retiro de Castel Gandolfo como para complicarse la vida con confesiones que pongan en apuros a algunos de los que eran sus subordinados cardenales. Será, pues, un secreto del que nunca se tendrá pleno conocimiento, al menos en esta vida. Me ha parecido verosímil la justificación que de la dimisión ha hecho un corresponsal en el Vaticano de una radio española, no recuerdo cuál. Dice este periodista que Ratzinger ocupaba la mayor parte del día en rezar y escribir. “Santidad”, le dijeron algunos cardenales, “para eso debía haberse metido a monje”.
Pablo Carrasco era director de una empresa, Canal Sur, que es de las mayores de Andalucía. Una empresa que tiene un presupuesto de 160 millones de euros y una plantilla de 1.600 trabajadores. Hay quien cree que para ser el más alto ejecutivo de una empresa como ésta basta con ser un buen periodista. Craso error. Ciertamente, se puede ser también un buen periodista, pero hay que ser, sobre todo, un buen gestor.
Un director general de una empresa como la RTVA tiene una determinada cotización en el mercado laboral, y es un error hacer esa valoración por criterios políticos. Establecer paralelismos de limitación salarial entre un ejecutivo empresarial y uno político queda bien para la galería, pero tiene en la práctica una dudosa efectividad. El salario del presidente del Gobierno puede parecer exagerado para quien se halla en el inmenso grupo de los seis millones de parados. Pero es conveniente recordar que, en el ámbito empresarial, el sueldo de Rajoy es menos de la mitad de lo que cobra un responsable de cuarto nivel de cualquier empresa del IBEX-35.
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