Humanismo

Las múltiples y aceleradas necrologías sobre la figura intelectual de José Luis  Sampedro han sacado a flote esta semana la palabra humanismo como una forma de ser y de estar en este mundo. La palabra “humanidad” ha quedado como herencia lingüística de lo que significa humanismo. Hoy significaría un acercamiento a los demás, una forma de compasión por el ser humano, en definitiva. A lo largo de los  años, la palabra ha sido interpretada a conveniencia de los diversos grupos de poder. Así, por ejemplo, tras la segunda guerra mundial y habida cuenta de los millones de muertos que dejó el desastre, se comenzó a hablar de humanismo cristiano e incluso Aranguren llegó a definir el marxismo como un nuevo humanismo. Yo tuve la suerte de conocer a José Luis Sampedro cuando era profesor de economía. Su libros de entonces criticaban tanto el marxismo como el capitalismo como sistemas alejados de las auténticas necesidades del hombre de la calle. No me extraña nada que el autor de la “Sonrisa Etrusca”, ya en su vejez más alta se convirtiera en el gurú de gran influencia intelectual entre los indignados. ¿Y qué dicen los indignados? Que los políticos actuales, convertidos en gestores profesionales de los intereses del capital, no son sus  representados. Que no se puede tolerar que una crisis nacida de la ambición sin freno del capìtalismo financiero la tengan que pagar los más pobres con recortes en sanidad, educación y en logros   del bienestar. Ahí están nuestros líderes, contando los meses para ver si se cumplen sus predicciones, pero no pasa día que las instituciones europeas dejen de amenazarnos con el imcumplimiento del objeto de déficit. Humanismo, sí, frente a este “barcenogate” cotidiano que vivimos; menos paraísos fiscales que muchos son falsos además de carcelarios.