Se me amontonan las noticias desalentadoras sobre la mesa de trabajo: el asedio a la Pantoja -qué vergüenza colectiva-, el cierre de puertas del consulado en Boston -bien por Margallo destituyendofulminantemente al cónsul; deberían echarlo de la carreradiplomática-... son temas puntuales, de última hora, que se unen a los permanentes: Bárcenas, Urdangarín, las predicciones de la ‘baronesa del Fondo Monetario Internacional’, Lagarde, tan nefastas para España.
Hay más, muchos más ejemplos de motivos para el pesimismo, pero el espacio que este periódico me deja para la columna es limitado, y senecesitarían, ay, páginas enteras. Déjeme, sin embargo, amable lector, añadir una cuita más a la nómina de las que ya pesan sobre mi/nuestras almas: lo del día 25 del mes en curso es ya el no-va-más.
¿Que qué pasa el día 25? Pasar, pasar, nada. Eso es lo malo: no va a pasar nada. Tanto es así que sus señorías los diputados han decidido no hacer sesión en esa jornada alegando que no hay decretos leyes que convalidar ni leyes que debatir. O sea, que el poder legislativo no tiene nada que hacer y, por eso, no hace nada, sin duda para descansar de las vacaciones de Navidad y, luego, de las de semana Santa.
Vaya por Dios: no hay producción legislativa. Hombre, tal vez si agilizasen algunos proyectos de ley que están en tramitación, como el de transparencia, y si se pusiesen en marcha por el procedimiento de urgencia algunos otros pendientes, como el de Emprendedores, los ocios al parecer forzosos de Sus Señorías quedarían aliviados. O si, por ejemplo, se admitiesen a trámite todas las preguntas de la oposición, incluyendo las que hacen referencia a la casa del Rey. O si, un suponer, se pusiesen en marcha los trabajos de reforma del retardatario reglamento de la Cámara Baja, que todos dicen querer modificar, para agilizarlo.
O ya, en el colmo de las ambiciones, si las Cortes se pusieran a trabajar en la busca de un consenso para reformar aspectos de la Constitución y de la normativa electoral cuya modernización es urgente. O si... Bueno, que cuando se quiere que un Legislativo, piedra angular de una democracia, trabaje, vaya si encuentra en qué ocuparse. Pero no es el caso. Ah, y no quiero olvidar tampoco que tan irritante explicación -en el fondo, que no hay nada que hacer- para justificar el cierre de puertas el día 25 -también el día 25, quiero decir-, es, siendo desgraciadamente cierta, un puro pretexto. Porque ese día 25 es, precisamente, cuando diversas plataformas de cabreo colectivo handecidido ‘asediar’ y ‘rodear’ el Congreso de los Diputados, en unamanifestación de protesta por unas cuantas cosas y buscando nada menos que ‘la caída del Régimen’, ahí queda eso.
Claro que no es que uno esté por la caída de un Régimen en el que, por cierto, no nos ha ido del todo mal, pese a lo mal que nos va (otra cosa, como las que pretenden desde alguna de esas plataformasasaltantes, sin duda nos iría peor).
De ninguna manera: uno está por la reforma del Régimen, no por su caída. Y precisamente por eso, porque las reformas corresponden al Legislativo, uno esperaría que Sus Señorías se mantuviesen en sus escaños, debatiendo cómo servir mejor a los ciudadanos que les eligen y les pagan. Es decir, cumpliendo con su deber, como, salvando siempre las distancias abismales y siguiendo con la vía de los ejemplos puntuales, deberían haber hecho los antes citados cónsul en Boston y responsables de la seguridad de una Pantoja a la que casi asfixian los energúmenos que ayer la vitoreaban, lacrimosos.
Pero claro, si los padres de la patria se nos achantan y echan el cierre a las primeras de cambio, ¿por qué nos extraña que nada-menos-que-un-señor-cónsul lleve a rajatabla las horas de cierre y descanso de su virreynato, por mucho maratón accidentado que esté viviendo un centenar de compatriotas? Qué país, oiga.
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