De las mariscadas... ¡a las barricadas!

De las mariscadas... ¡a las barricadas!

Antonio Felipe Rubio
22:32 • 18 abr. 2013

En mi anterior artículo lamentaba la actividad impropia de la sociedad que, a instancia de ocurrencias y oportunismo político, nos involucran en una batalla improductiva de neologismos que esconden la más detestable demagogia. Lejos de centrarnos en soluciones que aterren los viejos errores cometidos, utilizamos esos mismos errores como tótem revolucionario de reverencia y referencia para incrementar la desazón y la confrontación. 


Es imposible centrarse en la competitividad, confianza y prestigio con “alicientes” como dación, expropiación, escrache, quita… y no digamos sobre la inseguridad jurídica y la discriminación territorial que plantean algunas ocurrencias promovidas por una irrefrenable pulsión de ejercicio de poder (intervencionismo) que ha eclosionado tras decenios de impaciente espera que, ahora, se visualiza en una hiperactividad dispersa y errática de populismo. 


Este es, en mi opinión, el nuevo escenario del Gobierno andaluz que, a diferencia de la deglución del Partido Andalucista por el PSOE, el comunismo de IU-CA podría llevar al partido hegemónico a la posición de marca blanca o “discount” con un apoyo en franco declive que confiaba en una izquierda racional, moderada y sensata. 




Cuando se parte del error de concepto, la justicia interpretativa es la peor de las injusticias. La ocurrencia del nuevo histrión bolivariano andaluz sobre la quita universal de hipotecas suscritas durante la venta de viviendas a precio de mercado; insisto, a precio de mercado, puede derivar en una cascada de efectos perniciosos que recaerán en todos, absolutamente todos los que pidieron, van a pedir o satisficieron con éxito sus respectivas hipotecas. La quita repercutirá en agravio comparativo, dificultades para la concesión de nuevas hipotecas y nueva turbación sobre el sistema financiero que habrá de localizar recursos que equilibren el descuadre que amenaza a las entidades de crédito. 


El error de concepto radica en que cuando se compra una vivienda se hace en función de la demanda y los costes de producción: repercusión de suelo, precio del metro cuadrado construido, salarios de oficios, materiales, calidades, impuestos, tasas… Bien es cierto que hace unos años las viviendas eran muy caras; pero no es menos cierto que los salarios de algunas especialidades: enlucidores (yesaires), pintores, encofradores, ferrallistas, arquitectos, notarios… eran muy distintos a los actuales. 




Tampoco hay que olvidar la generación de consumo derivada de la bonanza salarial y el beneficio derivado de la actividad promotora-constructora. Y tampoco hay que olvidar el inusitado incremento de mano de obra inmigrante que se involucró en una dinámica de consumo y de compromiso a largo plazo (hipotecas) en la creencia de una prolongada estabilidad de las condiciones económicas; por cierto, condiciones económicas alentadas por el Gobierno (Solchaga): “En España es donde más y más pronto se puede hacer uno rico”.


Si se trata de hacer una quita de las hipotecas por efecto de la burbuja inmobiliaria no sólo hay que mirar a los bancos y cajas; también se beneficiaron las tiendas de muebles, electrodomésticos, tapicerías, menaje… y, si afinamos con los promotores, habría que analizar las inversiones y gasto en restauración, automóviles, chalés, barcos, vestuario… o sea, el alcance a resultas de la burbuja inmobiliaria adquiere unas proporciones inabarcables, salvo para la voracidad reformista de estos hiperactivos dispersos populistas que buscan el protagonismo eruptivo del titular… y que tiemblen los cimientos del Misterio.




Estas pretensiones tardorevolucionarias son tan eficaces como pretender en el mes de abril la compensación del sobreprecio de los langostinos adquiridos en la pasada Navidad. 


Todos sabemos que el capón de Cascajares y las angulas de Aguinaga son prohibitivos en periodos de máxima demanda; pero, si te descuidas, se agotan muy a pesar del precio desorbitado, pero todos los que pagan lo hacen con gusto y exhibida placentera conquista. Pues eso. De las mariscadas… ¡a las barricadas! 



Temas relacionados

para ti

en destaque