Día de los Castillos: Crónica de una vergüenza anunciada

Día de los Castillos: Crónica de una vergüenza anunciada

La Voz de Almería
22:57 • 21 abr. 2013

El aprecio, la conservación y la puesta en valor del patrimonio histórico es un índice del nivel cultural de un pueblo. Y también del nivel democrático, puesto que las  administraciones gestionan el patrimonio en nombre de los ciudadanos, que son sus verdaderos propietarios. 


Traten de imaginarse que en Francia o en Alemania,  por ejemplo, un alcalde dijera “podemos declarar en ruinas el castillo y demolerlo pero no rehabilitarlo”, refiriéndose a un castillo de su municipio del siglo XVI (Castillo de San Pedro). Traten de imaginarse un castillo renacentista con más de 500 años de historia convertido en un establo para ganado hasta hace pocos años (Castillo de los Alumbres) o traten de imaginarse que un castillo del siglo XVIII, rehabilitado con dinero público y que es de titularidad pública (Los Escullos), se utilizara para negocios privados e impidiera su visita a un colectivo dedicado a la protección de los castillos. Pues ése es el nivel cultural de nuestra tierra, de algunos políticos municipales, de propietarios que especulan con el legado de un pueblo, de instituciones como la Delegación Cultura que mantienen empolvada la ley que les permitiría resolver esta situación y también de la Delegación de Medio Ambiente, responsable de la gestión del Parque Natural de Cabo-Gata Níjar, una de las joyas de nuestra provincia.


 La Asociación Amigos de la Alcazaba, elegimos tres fortificaciones emblemáticas -San Pedro, Alumbres y Los Escullos-  y estuvimos guiados por Antonio Gil Albarracín, miembro de nuestra asociación y el investigador más prestigioso del patrimonio castellológico almeriense.




El Día de los Castillos conmemora la declaración en 1949 de todos los castillos de España como monumentos. Todos los castillos de España, cualquiera que sea su estado de ruina, quedan bajo la protección del Estado, que impedirá toda intervención que altere su carácter o pueda provocar su derrumbamiento“ y en su artículo 2º que “Los Ayuntamientos en cuyo término municipal se conserven estos edificios son responsables de todo daño que pudiera sobrevenirles”.  Posteriormente la Ley de Patrimonio Español y la Ley de Patrimonio de Andalucía declararon a todos los castillos y fortificaciones como Bien de Interés Cultural, la mayor categoría y grado de protección que la ley otorga a un bien patrimonial. 


 La primera etapa de nuestra visita fue el Castillo de San Pedro, en una paradisiaca cala a la que se accede por un sendero de unos 5 kilómetros que parte de Las Negras. El acelerado desmoronamiento del castillo, que se remonta a la época de Felipe II, es una pura metáfora de la cutrez en que se ha convertido este paraíso, ocupado ilegalmente, con chiringuitos y construcciones no autorizadas y con una total confusión entre lo público y lo privado. El propietario de todo ello dio un fantástico pelotazo al adquirirlo en 1999, junto a una inmensa finca de 200 hectáreas, por 15 millones de pesetas y además la Junta no ejerció el derecho de retracto que hubiera permitido adquirirlo por ¡90.000 euros!. Dicen que el propietario sueña ahora con construir un resort de lujo, pero del castillo no quiere saber nada. Por eso, Amigos de la Alcazaba, con los Amigos del Parque, ha presentado un recurso contencioso administrativo contra el Ayuntamiento de Níjar por su inactividad en la debida conservación del castillo.  El alcalde, premio Chumbo Verde 2012 de nuestra asociación, ha respondido que no piensa actuar contra el propietario por el abandono del castillo y que  “llegando hasta sus últimas consecuencias, lo que tendría que hacer el Ayuntamiento es demolerlo”. 




Nuestra siguiente etapa fue el castillo de los Alumbres en Rodalquilar. Un singular castillo renacentista de principios del XVI,  diseñado por un ingeniero italiano y único ejemplo de fortificación europea destinada a  la defensa de una actividad minera: la explotación de los alumbres. El propietario de la explotación y constructor de la fortaleza fue don Francisco de Vargas, Tesorero Real y un hombre tan rico y tan corrupto que a su muerte costó mucho diferenciar su patrimonio personal del patrimonio de la Corona de Castilla. El castillo se encuentra en un enclave tan excepcional que en cualquier otro lugar que no fuese Almería sería considerado una joya, pero que aquí languidece entre la desidia de la administración  municipal y autonómica y las aspiraciones especulativas de su propietario. Por eso cuando hace dos años se cumplió su V centenario nadie quiso recordarlo. 


El broche de oro de nuestra singular jornada fue castillo de los Escullos. Único de titularidad pública de los tres visitados, ha sido rehabilitado con dinero público, es decir, de todos los ciudadanos, perteneciendo su gestión a la Delegación de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, a la que solicitamos el preceptivo permiso (con fecha de registro, 9 de abril), como Amigos de la Alcazaba y delegación provincial de la Asociación Española de Amigos de los Castillos.  Diez días más tarde, al no recibir respuesta,  llamamos por teléfono. El empleado dijo que su jefe lo había denegado porque “el castillo estaba cerrado, por deterioro y también porque se pensaba cambiar de titularidad”. Solicitamos que nos comunicaran la respuesta por escrito, adelantándonos copia por correo electrónico. No dijo que no pero tampoco nos envío nada. Volvimos a la carga, intentando ponernos en contacto con el director del Parque Natural al que dejamos un mensaje de voz, pero tampoco nos respondió. 




Creyendo cerrado el castillo, planificamos una visita por su exterior pero cuán grande fue nuestra sorpresa al encontrar las puertas abiertas y una larga alfombra azul, que evidentemente no iba destinada a nosotros. El castillo se había transformado, como por encanto de hadas, en el escenario de una boda que acababa de terminar y de la que unos operarios recogían los enseres: alfombras, farolas, equipo de música, sillas, doseles, templete y hasta ramo nupcial. Un uso que nos parece muy bien y, respetando su horario, sin duda habría sido perfectamente compatible con nuestra visita. 


Pero una historia de opereta tiene que tener un final de opereta. Cuando entramos para comprobar el engaño de Medio Ambiente, un joven de pelo engominado, se dirigió a nosotros con aspavientos al grito de  “¡fuera, a la calle!”  Como Presidenta le expliqué el propósito y circunstancias de nuestra visita, pero fuimos apremiados con la absoluta desconsideración y  prepotencia que proporciona el sentirse amparado por la autoridad y la costumbre, no si antes señalarnos que si queríamos efectuar la visita pagáramos, como él, 150 €.


Y con este final concluyó la “celebración” del Día de los Castillos en Almería. Todos los asistentes coincidimos en que la única celebración que merece la pena consiste en denunciar con toda la fuerza de que somos capaces la realidad que hemos vivido. Nuestro patrimonio está más en peligro que nunca. En estos tiempos de crisis económica y social, sobre las centenarias piedras de nuestros monumentos,  revolotean como buitres los especuladores, amparados en muchas ocasiones por la complicidad  de algunos políticos y la incompetencia de las Administraciones responsables.



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