La Santa Cruz y Miguel Hernández, párroco de Canjáyar

La Santa Cruz y Miguel Hernández, párroco de Canjáyar

Juan Antonio Barrios
01:00 • 27 abr. 2013

El pasado fin de semana tuve ocasión de conocer las fiestas patronales de la Santa Cruz del Voto de Canjáyar y disfrutar con sus gentes de una de las celebraciones más bellas y tradiciones de cuantas tienen lugar en el conjunto provincial.     


Como podrán suponer, todos los actos giran en torno a la Santa Cruz, teniendo su momento álgido con la procesión desde la iglesia hasta las afueras del pueblo, en la Cruz Blanca. La procesión recorre estrechas y bellas calles con empinadas cuestas, que quedan iluminadas por las velas de los devotos, las  tracas y cohetes, mientras se recorre el mismo camino que hacían aquellos ángeles con los que soñaba Juan Matías de Peralta en el 1611. 


La gran devoción que los canjilones sienten hacia la Santa Cruz, transmite  a cuantos peregrinos participamos en la procesión.




 “Los canjilones llevamos muy arraigada en la sangre la devoción a la Santa Cruz. Lo vivimos tan intensamente que no queda indiferente nadie. Mi padre, Miguel Hernández Jiménez, que era el sacristán durante la Guerra Civil, junto a su sobrino, mi primo Miguel, una mañana entraron en la iglesia, se subieron al camarín, quitaron la Cruz del relicario, poniendo en su lugar una réplica, permaneciendo escondida hasta que finalizó la guerra española. Afectivamente se le conoce a este hecho como la segunda aparición. Con anterioridad a la primera, en el año 1611, los cristianos de entonces, la ocultaron para que los moriscos no la profanaran”, recuerda Miguel Hernández Romero, párroco de Canjáyar.






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