El 1º de Mayo

El 1º de Mayo

Antonio Felipe Rubio
01:00 • 03 may. 2013

Uno de los argumentos que justifica la escasa participación en el 1º de Mayo es la convicción de que los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) son correas de transmisión de los partidos políticos (PSOE e IU), y esto me sugiere plantear qué capacidad de convocatoria y respaldo tendrán los partidos políticos cuando sus adminículos más radicales y mediáticos fracasan.
La credibilidad de los sindicatos no es tan distinta del resto de los agentes sociales que les han abocado al desprestigio. La descarada política de subvención para comprar la pasividad o alimentar la agitación, según convenga, es motivo más que suficiente para desconfiar y rechazar la demagogia y la estrategia de connivencia o beligerancia en función del estipendio.
La credibilidad de estos sindicatos alcanza idénticas cotas que la de los partidos que les han utilizado para la administración de sus silencios y estridencias.
El evidente declive de las organizaciones sindicales de marcada significación política no quiere decir que la confianza haya cambiado de barrio. El Partido Popular, al que no se le conoce una histórica imbricación sindical, no incrementa su credibilidad ni adquiere adhesiones sindicalistas provenientes del desencanto o el desenmascaramiento del sindicalismo patrocinado por la izquierda. Nada más lejos.
Entonces; ¿dónde está la masa crítica? Sinceramente, pienso que transitamos un espacio de inquietante desapego. En los volcanes activos los periodos de tranquilidad suelen preceder a la erupción violenta y explosiva. Nunca hay que confiar de una mecha detenida, pero aún humeante. Y pensar que una sociedad azotada por un paro inasumible se recluye en el conformismo y el providencialismo es un grave error que puede dirimir en sorpresas muy desagradables e irreversibles.
Las continuadas llamadas a la generación de confianza se tropiezan con el descrédito, y la apelación a la paciencia es superada por la desesperación. No creer y estar desesperado es un combinado que, convenientemente agitado, es pura nitroglicerina. Y en relación a agitación, crispación, confrontación y revancha no hay relajación.
Confiar en la “remontada” –como ha quedado demostrado- conduce a la melancolía. Hay que hacer lo que hay que hacer; y hay que hacerlo con lo que se pueda, con lo que se tenga y hacerlo ¡ya! Depositar la confianza en la épica y el milagro está bien para situaciones sobrevenidas, pero no se puede apelar permanentemente a la épica en extremos llevados a la desesperación por falta de esfuerzo y estrategia equivocada de principio. Estamos tan fuera de la Eurocopa como estamos fuera de una pronta recuperación económica si no formamos un “equipo” compacto y aplicamos las tácticas de una firme defensa de nuestros valores y un decidido ataque al despilfarro y la demagogia oportunista.
 Me permito la odiosa licencia de la auto cita para recordar que, cuando el Mundial de Sudáfrica, escribí sobre el espejismo de la fuerza del Fútbol que “consiguió la unidad de todos los españoles bajo los colores de la Bandera de España”. ¡Ilusos! Seguimos con las mismas fantasmadas y los mismos complejos. ¿Acaso hubo alguna bandera española en el 1º de Mayo? ¿Qué significa tanta bandera inconstitucional tricolor en una manifestación del Día del Trabajo? Pues significa que no sabemos ni quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Sólo sabemos que una bandera significa que estoy en contra de ti; y tú, que llevas la otra, estás en mi contra: magnífico estandarte para la reivindicación “solidaria” de los trabajadores con la anacrónica estridencia de las barricadas republicanas.
Tal que demuestra los intereses de algunas navieras, en España no llevamos la bandera de convicción, llevamos bandera de conveniencia sectaria; y eso proporciona patente de corso y, en algunos casos, ejercicio de piratería.
Como dijo el conde de Romanones “¡Joder, qué tropa!”. Añado, ¡y menuda flota! 







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