Al PSOE, últimamente, le producen vértigo los cambios de rumbo internos. Ni siquiera en situaciones límite, como la actual, siente inclinación por un golpe de timón. Y eso que la historia les ofrece un amplio muestrario de situaciones en las que los cambios de orientación casi siempre han sido para bien. Pensemos en Suresnes-74, pero pensemos también, sin ir tan lejos, en el aire fresco que generó en 2000 la llegada a la secretaría general de un joven José Luis Rodríguez Zapatero. En el congreso federal de febrero de 2012, tras una estrepitosa derrota electoral, se echó mano del espejo retrovisor para rediseñar el proyecto de futuro. Un error, en mi opinión. Nadie discute las enormes cualidades que se juntan en la persona de Rubalcaba. ¿Pero alguien, aparte de los incondicionales, ve en el político de Solares un proyecto ilusionante para la sociedad española y para su electorado? La percepción que tiene uno es que no.
Fernando Martínez, el recientemente elegido secretario general del PSOE municipal de Almería, es, seguramente, la persona que más respeto y admiración produce entre la militancia socialista. En la historia de Almería, su figura ocupa una página gloriosa entre quienes se jugaron el pellejo por este régimen de libertades del que disfrutamos. Fue un revolucionario cuando había que serlo. Ahora es un intelectual reconocido y un profesor excelentemente valorado. Ha sido, además, un gran alcalde de Almería: honesto, tolerante, eficaz. Pero él mismo manifiesta que la ambición política no forma parte de sus prioridades. ¿Era necesario recuperar la figura de Fernando para diseñar el proyecto del PSOE del futuro? Yo creo que no. También en este caso, como con Rubalcaba, el PSOE ha sentido vértigo ante el cambio. No lo entiendo: no tenía tanto que perder. Los históricos, dicen, salieron contentos de la asamblea. Justo lo contrario que en Suresnes. A ver ahora cómo se cuece esto con un proyecto nuevo que genere ilusión en la gente. No es fácil.
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