Aunque después de tres décadas siguen sin comprenderlo, alguien, alguna vez, tendrá que explicar a los señores de la Junta de Andalucía que no basta con anunciar la adopción de medidas sensacionales: hay que ponerlas en marcha y costearlas. En la gestión pública, lo que no se paga no existe. Y no basta con despliegues tipográficos y portadas cariñosas. De hecho, si todos los anuncios presentados por los responsables de la Junta se hubieran cumplido en forma y plazo, los emiratos del Golfo podrían ser declarados zona catastrófica en comparación con el vergel de mieles y esencias que sería ahora Andalucía. Autopistas, tranvías, desdoblamientos, palacios de congresos, escuelas de golf, viviendas, ayudas, alquileres, vacaciones pagadas, etcétera. Y ahora la Junta quiere “garantizar” tres comidas al día a los niños andaluces con menos recursos. Con independencia de que ahora salga el entregado o entregada de guardia a decir que no tengo corazón ni buenos sentimientos, me van a perdonar si les digo que esta noticia me provoca dos sensaciones muy penosas: la primera es ver a la misma Junta que lleva treinta años de gestión “imparable” y “de lujo”, reconociendo oficialmente que hay niños andaluces pasando hambre. Y luego se indignan cuando se les habla de tercermundismo. Y por otro lado no puedo evitar presentir, y pensando en los destinatarios de esta medida, con más dolor si cabe, que estemos una vez más ante eso que los americanos llaman “wishful thinking” o pensamiento repleto únicamente de hermosos deseos. Sobre todo porque nuestro gobierno autónomo ya debe dinero a las empresas de catering que sirven a los comedores escolares andaluces. En este sentido, la consejera de Bienestar Social, María Jesús Martínez, ha dicho que la Junta “tiene voluntad de pagar” y que las empresas “lo saben”. Pero ni voluntad ni conocimiento sirven para pagar a trabajadores y proveedores. Nadie está en contra de que se ayude a quien menos tiene, especialmente cuando se trata de niños, pero las comidas gratis han de pagarse a quien las hace y las sirve. Y no parece fácil que la Junta esté ahora en condiciones de garantizar nada. Los andaluces no sólo sabemos cómo se las gasta la Junta, sino especialmente cómo no se las gasta. Eso también se sabe.
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