Claro que no. Claro que no ha desaparecido un millón doscientos mil parados, que es la diferencia entre los datos que nos ofrecía la Encuesta de Población Activa (EPA) y los que ahora nos da el INEM. No quiero ser pesimista ni aferrarme al ´ya lo decíamos nosotros´, pero lo probable es que nunca haya habido ni seis millones doscientos dos mil setecientos desempleados ni tampoco los cuatro millones novecientos ochenta y nueve mil con los que ahora el INEM parece haber provocado la felicidad de los responsables gubernamentales: ¡ahí es nada, un descenso en abril de algo más de cuarenta y seis mil personas inscritas en las oficinas de empleo! Como si eso disminuyese la tragedia...
En primer lugar, ya digo que seguramente nunca ha habido tantos parados ´verdaderamente parados´: calcule usted, si quiere, un veinte por ciento de ´empleo sumergido´ que, de alguna manera, y dentro de la miseria que ello supone, sirve de colchón frente a potenciales conflictos sociales. Pero, incluso así, la cifra de quienes no tienen trabajo conforma un ejército insoportable de gentes desesperadas, al borde muchas ellas de esa forma de exclusión social que viene a ser casi la peor: la de sentir que el mundo no te necesita, que eres un estorbo. Y me da igual si los números rondan los seis millones, los cinco o los cuatro: ese plan nacional por el empleo, sea con las ´fórmulas Rubalcaba´ como base de partida o con cualesquiera otras que se acuerden, es ya tan urgente como el aire que respiramos.
En segundo lugar, sospecho que la divergencia en las cifras estriba muchas veces en que son cada vez más los parados que desdeñan apuntarse a las oficinas del INEM, conscientes de que no les va a servir para otra cosa que para formar periódicamente en las colas del desánimo; y es precisamente esto, la estructura misma del INEM, algo de lo primero que habría que reformar a la hora de emprender, de verdad, una lucha frontal contra el desempleo que vaya más allá de la mera reforma consistente en bajar los costes del despido.
En tercer lugar, creo que debería realizarse cuanto antes un censo de autónomos -lo hay, pero es magmático-, de emprendedores o de quienes quisieran serlo, y elaborar cuanto antes un plan sustancioso de ayudas, vía impuestos y créditos, a quienes no solamente quieren crearse su propio puesto de trabajo, sino también alguno más a su alrededor. Y empezar a mudar algunas mentalidades sindicales ante lo que ellos llaman ´mini-jobs´; más vale un ´mini-job´ que un ´no-job´...
En cuarto lugar, debo decir que me ha parecido preocupante el rechazo inicial desde el PP al plan de reactivación económica presentado por Alfredo Pérez-Rubalcaba. A primera vista, no me parece ni mucho menos la panacea universal, pero en algunos puntos podría constituir una buena base de debate con vistas a llegar a un acuerdo. Al famoso pacto que tanto ruido está haciendo y tan pocas nueces está cosechando. Porque hay que decirlo una vez más: también el desempleo es una cuestión de decisiones políticas. Y aquí, hoy por hoy, en este terreno no decide nadie.
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