Cuando llegaba la noche, íbamos a sentarnos en la carretera, un poco antes de entrar al pueblo. Los niños formábamos un círculo, apenas había que levantarse pues no pasaban los coches, era un lugar extraño para reunirse, pero la carretera acaban de hacerla y las novedades nos gustaban, mucho más sí era el lugar favorito de Trini.
A la orilla de la carretera, crecía una higuera enana y sólo unos metros más arriba un par de algarrobos, detrás de ellos las ruinas de un viejo cortijo, que yo no conocí de otra forma, siempre abandonado y destruido. En las noches sin luna, aquel inocente aquelarre infantil, quedaba bajo la bóveda de un cielo negro cuajado de estrellas, algunas se precipitaban veloces en algún lugar de la tierra que nunca llegamos a descubrir.
Enigmas de la vida
A los doce o los trece años, la vida está cargada de enigmas que el tiempo va desentrañando y que uno después hubiera preferido no conocer, como ese lugar de la tierra donde caen las estrellas fugaces. A esa edad todos nosotros merodeábamos en la frontera que separa la realidad de la fantasía, una de las primeras encrucijadas y una desventura a la que debemos enfrentarnos, entre la confusión y sin más armas que el desorden orgánico en primera persona.
Trini tenía una belleza cándida y unos ojos azules como el mar en un día de poniente. Cuando la mirabas al instante sabías, cual había sido su elección. No podía ser otra, no quiso el dolor para nadie y siempre la sentí amable y dulce, con un corazón claro de los que no dan rodeos.
La realidad avanza con una crueldad implacable y una voluntad invencible, por eso siempre tuve por Trini una admiración secreta y una deuda irrecuperable ahora que se ha ido. Yo sé que para ella, aún no ha terminado la noche y todos aquellos niños proseguimos con una cerilla en la mano, sentados en aquel círculo, jugando a los deseos y contándonos historias que nos daban miedo.
Entonces en las calles no había farolas, el alumbrado público llegó años más tarde, así que cuando oscurecía yo desesperaba hasta que llegará la hora del circulo de los deseos. ¡Vamos Trini, dame tu mano! Nos sentaremos todos sobre ese asfalto aún caliente, allí están tus amigos los que quedan y los que se fueron, tu maravilloso hijo Juan, tus hermanos y Adela, tu madre.
Mar de amores
Que nadie desespere por mi falta de existencia ya van mis pasos hacia un mar de amores eterno, nada tengo que pediros ni siquiera mi recuerdo. Vivid y así no seré olvidada.
Ahora Trini se ríe como siempre lo ha hecho y la higuera renace en medio de la noche, con su olor a tierra y a luna.
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