No hemos visto su cara, pero sí su firma. Ding Jinhao es un chino de acomodada posición y discutible discernimiento, que se ha convertido en una celebridad mundial por haber tenido la ocurrencia de publicar en Internet la fotografía de una pintada suya (“Ding Jinhao estuvo aquí”) garabateada en mandarín sobre uno de los relieves de 3.500 años de antigüedad del templo de Luxor, en Egipto. Con un par. Pero por muy reprobable que nos parezca la actuación de este rubricador furtivo (ojo con pronunciar su nombre, que vendría a sonar como Ding Jiñao) la verdadera cagada no es tanto el vandalismo patrimonial, que lo es, sino la descorazonadora simpleza del mensaje. Vamos a ver: si en lugar de chino el turista cafre hubiera sido almeriense, estaríamos hablando de una aportación conceptual capaz de sublimar el jeroglífico a la categoría de mensaje para la Humanidad. Basta con pasear con un poco de atención por las calles de Almería para descubrir pintadas que oscilan entre el alarde poético: “Cómo quieres que te olvide, si ya te conozco”, y la brillante concisión deontológica: “Eli, zorra”. Sí; ya sé que hay muchas y muy buenas pintadas por Almería, pero quiero terminar con una que he visto hace poco y que me ha llenado de serena emoción: “Rebeca, puta, zorra, tonta, gorda y más cosas”. Hay en ese “más cosas” del anónimo y probablemente despechado autor, toda una dinastía de dolencias condensadas con más eficacia descriptiva que la que pueda tener cabida en un templo lleno de jeroglíficos. Y es que las paredes de Almería son la mejor prueba de que nadie nos gana a la hora de buscar la posteridad vertical con un punzón o un spray.
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