A principio de este 2013 se cumplieron dos años de la entrada en vigor de la llamada ley antitabaco, que prohíbe fumar en todos los establecimientos públicos cerrados y en algunos espacios abiertos, como los parques infantiles. Antes incluso de que se pusiese en marcha ya resulto controvertida y criticada especialmente por los hosteleros y los fumadores.
Hoy pasado el tiempo parece ser que estas medidas han beneficiado a mas de uno, incluso a personas o entidades que no esperaban que fuese tan rentable y beneficiosa.
En Almería, cuando llegaba el otoño y refrescaba un poco todas las terrazas de los pocos bares que la tenían desaparecían ¿Quien iba a osar sentarse en plena calle con trece o catorce grados? Impensable.
Sin embargo, parece que el deseo de disfrutar de un buen vino, una cerveza y una magnifica tapa mientras se llena uno de nicotina, se antepone al fresquillo que pueda pasar; pañuelo al cuello y chaquetón permite conjugar ambas cosas.
Así de esta forma la ciudad y sus costumbres se han visto transformadas como consecuencia del vicio del fumeteo.
Hace ya unos cuantos años, un avezado concejal de nuestro ayuntamiento dijo que la ciudad era para los ciudadanos y con esta idea por delante emprendió una cruzada para ensanchar las aceras de la capital almeriense.
Pasado el tiempo, esa medida les ha resultado rentable a mas de uno. Las aceras, las pocas plazas que hay en la ciudad y las calles peatonales han sido ocupadas -más que ocupadas yo diría que tomadas- por sombrillas, mesas, veladores, sillas y hasta estufas, algunas pseudoterrazas, acotadas con vallas, otras acristaladas... Y lo que empiezan siendo apenas cuatro sillas, si te despistas un par de meses sin pasar por allí, te encuentras aquello totalmente transformado.
Los soportales de la Plaza Vieja desde hace tiempo ya no se pueden recorrer en su integridad por que están ocupados por terrazas privadas igual que ocurre en la calle Blas Infante (barrio de Nueva Andalucía) o Artés de Arcos. Y qué decir de calles llamadas peatonales, es decir que no pueden pasar vehículos, pues que a pesar de tener ese adjetivo, tampoco pueden pasar peatones cuando apenas queda un metro para poder hacer uso de ellas.
Igual sucede en uno de nuestros lugares mas emblemáticos de nuestra ciudad como es la céntrica Puerta de Purchena. Locales de hostelería, sin espacio en su interior, poseen una amplia terraza, una que llega justo hasta el mismo limite de ambos pasos de peatones y en otro se topa con la figura de la escultura de Nicolás Salmerón que, a poco que nos descuidemos, cualquier día de estos se quedará oculto entre las mesas y sillas y se sienta en una de ellas a tomarse un café.
Sin lugar a dudas esta proliferación de terrazas por doquier, ya sea en el centro, el casco histórico o los barrios, está dando pingües beneficios a los que las instalan y a los que las conceden, pero también están dejando con pocos espacios libres y diáfanos para el disfrute y el paseo de los ciudadanos y en muchos casos afeando el entorno paisajistico e incluso en otros, dificultando el paso de personas con discapacidad o que hacen uso de carritos de niños o sillas de ruedas.
Crecimiento y soluciones, sí, pero con cordura y no a costa de lo que sea.
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