Sólo en un país tan proclive a solemnizar la anécdota como España es posible ver que la actualidad, la conmoción y la fiebre se trasladen a la cantina del Congreso de los Diputados y al precio de las combinaciones que pueden degustar allí los parlamentarios y acompañantes. Sinceramente, no me parece serio. Quizás resultaría relevante todo este revuelo si entre los planes de los grupos parlamentarios estuviera alguna proposición no de ley para unificar los criterios cocteleros y poner freno a la manía de algunos barman de malparar los gintonics con proporciones absurdas o rácanas de ginebra o, mucho peor, convertir nuestra copa en una suerte de ensalada llena de matojos y fruslerías. Pero no parece que la regulación del servicio de barra sea una de las preocupaciones de los portavoces parlamentarios. Sea como fuere, lo que realmente debería agitarnos y removernos, (sin diferenciar los dos movimientos, tal como hacía pedir Ian Fleming sus martini-vodka al agente Bond) no es tanto el precio final de lo que beben o comen sus Señorías, sino lo que los parlamentarios proponen y votan cuando van al Congreso; si es que van alguna vez. Por ejemplo, más que la reducida cuenta por un par de rondas, me escandaliza más el botellón democrático que supone mezclar indecentemente presencias guionizadas con vetos reverenciales en la comisión parlamentaria de los ERE en el Parlamento de Andalucía. Sinceramente, el mal uso del parlamento con fines de ocultación de pruebas delictivas sí que debería motivar más quejas que lo que luego puedan pagar los señores diputados por una caña y un pincho. Limitarse al detalle goloso de la minuta de la cafetería puede ser también una forma de “lánguida resignación” ante problemas que más nos convendría ir destilando, como las leyes electorales, las listas cerradas y bloqueadas y las estrategias partidistas, cuestiones en las que resulta más importante lo que se paga dentro del hemiciclo que lo que se paga en su tasquilla.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/43245/agitados-y-removidos