Soy consciente de mi amor a los que tanto daño me hicieron, pero lo dicho queda reflejado en el título de mi presente artículo. Incluso los que propiciaron la situación actual, exceptuando unas poetas que no suelen hacer daño alguno y son dignas de encomio, ni siquiera ellos me inspiran emociones negativas. Atrás, en un horizonte de espesa niebla se fueron mis rencores, luego estoy seguro que éstos no volverán jamás.
Mi esposa junto a mis tres hijos y dos nietos curan mis heridas del alma y cuerpo, aunque procuro evitar, si en cualquier momento salta mi genio, que no ingenio, que la exaltación momentánea produzca heridas difíciles de cicatrizar. Hubo un tiempo lejano en el que me llamaron la pluma hiriente, siempre luchando contra las injusticias y aún hoy con la misma intención lo haré hasta que EL SUMO HACEDOR me llame.
Hay dos poetas llamadas Pilar Pérez y Carmen Alcalde cuyo comportamiento es la Paz a las que he ido leyendo a lo largo de muchos años y rezo por ellas y por el llanto amargo que vierten millones de seres humanos del mundo entero.
Siento en el corazón que en estos momentos la llamada DEL SUMO HACEDOR no encontraría resistencia; con él deseo descansar de todas las vicisitudes que he sufrido a lo largo de 83 años.
Quiero que cuando mis ojos se cierren definitivamente la Paz inunde el Mundo y un reparto justo, bajo EL JUÉZ QUE NUNCA YERRA, se expanda por todos los países que hoy lloran y lloramos; que sus dones favorezcan a esos esclavos cuyos cadáveres cubren las naciones, en muchas de las cuales, o casi todas, están hacinados sobre la tierra sin haber ningún motivo. A los que causan estos estragos no puedo concederles mi perdón.
La antítesis de todo lo expuesto son los BANCOS, prevaricadores, políticos -no digo todos- que se nutren de un dinero que es de aquellos que pasan hambre y frío, no solamente en España. No olvido al resto de países que son hijos de Dios y, consecuentemente, herederos del MISMO.
Tengo una amiga llamada Purificación Arqueros que cuida mi alma y alivia mi cuerpo; es médico de cabecera y actúa con una equidad de gran valía para sus pacientes que así lo confirman. Quiero rendir homenaje póstumo a mi tío Ramón Pérez Cano que llegó a ser un alto mando de la Marina Española; hermano de papá al que esta familia le debe favores y a tantas otras criaturas. Cuando dejó este mundo mi tía Amor, su esposa, y éste humilde escritor hablábamos en tanto mi prima Maruja me freía unas patatas que nunca las comí mejor. Ella vive y vela junto a mi prima Amparo por un hijito al que todos queremos mucho y por el que rezo. El cielo va desmayado sin brazos que lo sujeten.
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