Inquietantes indicios apuntan una penosa resolución del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). La inolvidable intervención del portavoz de IU, durante una sesión plenaria antológica del esperpento, evidenció su condición como fiel edecán de los intereses del Gobierno regional para boicotear el PGOU, advirtiendo de la “probable negativa de la Junta de Andalucía” por discrepancias tan difusas como la urbanización de La Molineta. Este asunto es un argumento forzado que, como otros, son excusas que conducen a la inacción: nada se hará en La Molineta; ni con unos ni con otros.
Ahora, la Junta parece fundamentar su oposición hasta que el Ayuntamiento logre impulsar los convenios urbanísticos ralentizados por diversos motivos. Toda una exhibición de hipocresía y prédica del peor ejemplo empleado por la administración autonómica que ejerce de “consejos vendo que para mí no tengo”. De aplicarse el mismo cuento, la Junta no debería mover una piedra sin antes dar solución al Cable Inglés o terminar la Plaza Vieja.
En cualquier caso, jamás voy a entender el proyecto de ciudad con la incertidumbre del posible proyecto/intención de conectar el puerto con la red ferroviaria.
La conexión del tren con el puerto es un gravísimo error si se pretende la explotación de la ensenada como batiburrillo de granel, contenedores, silo de mineral, terminal de pasaje internacional… y todo esto, y lo que se les ocurra, entrando y saliendo en unidades ferroviarias que atraviesan la ciudad por su mayor extensión poblada; sea en condición soterrada, semisoterrada o en superficie. Advierto de que no es ficción catastrofista; ahí está el demostrado frenesí por comercializar los lodos de Alquife mediante un tren en superficie, cruzando la Avenida de Cabo de Gata, así como la construcción de un nuevo “Toblerone” en el puerto.
No puedo entender cómo no se dirigen las pretensiones industriales portuarias hacia Carboneras, un puerto sobradamente preparado y con factible conexión a la red ferroviaria de altas prestaciones.
El Puerto de Almería supone una gran limitación para el desarrollo urbano, comercial y turístico de la capital. El problema estriba en su gestión, concepción y diseño.
Con el oportuno abrigo, el Puerto de Pechina podría ser la terminal internacional de ferry, incluyendo su obligado aislamiento que ahora soportamos en el centro. Así, Almería podría aspirar a su ansiado Puerto-Ciudad con el natural despliegue de ofertas para el turismo, ocio, cultura… y, por supuesto, un entorno más apetecible para cruceros turísticos y otras grandes esloras. O sea, lo que hay en Málaga, Valencia, Alicante, Barcelona… y en cualquier lugar donde la sensatez supere al aluvión oportunista y la radicalidad sectaria.
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