L Al anunciar que tiene hecho el petate y que no piensa repetir como candidato, Griñán descoloca a Rubalcaba y le señala el camino. Y lo hace desde la altura que le otorga el estar presidiendo la Junta de Andalucía, encomienda en la que en ésta legislatura apenas lleva quince meses.
Al anunciar sus planes con tanta antelación trastoca los del secretario general del partido cuya hoja de ruta podría resumirse en dos objetivos: resistir las presiones de los sectores que reclaman primarias y ganar tiempo confiando en que el desgaste del PP que reflejan las encuestas se traduzca en pérdida de la mayoría absoluta, ocasión en la que de la mano de Izquierda Unida, Rubalcaba piensa que podría llegar a La Moncloa.
Pese a que el PSOE aparece en todos los sondeos todavía más abrasado que el PP, la posibilidad de un gobierno de coalición con los comunistas no está del todo fuera de la realidad. Andalucía es el ejemplo.
Pero la cosa necesita tiempo. Tiempo, disimulo y cocina. Disimulo porque, pese a la experiencia andaluza, un sector del electorado de centro izquierda que antaño votaba a los socialistas se retraería de saber que tras las elecciones gobernarían con Izquierda Unida.
Ya ocurrió cuando Joaquín Almunia. También necesita cocina porque en la propia Izquierda Unida -como sucedió en Extremadura- surgirían tensiones y voces contrarias al matrimonio con los socialistas.
Y, por último, necesita tiempo. Tiempo para que el desgaste del Gobierno Rajoy con sus subidas brutales de impuestos y sus otras promesas incumplidas, cristalice en desafecto en las urnas y en las próximas elecciones el PP no revalide su mayoría absoluta.
Todos estos planes los ha puesto patas arriba el anuncio de Griñán. Por eso cuentan por Ferraz que Rubalcaba está que trina aunque disimula porque Pepe Griñán aún es el presidente del partido, tiene poder y podría obligar a convocar ya las primarias para elegir al candidato. Cuesta creer que sería Rubalcaba.
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