La risoterapia es una disciplina que se ha puesto de moda como salvación de almas en pena por los continuos golpes de la vida y sus inevitables sinsabores.
Al decir de algunos expertos que entienden de este asunto, la risa relaja los músculos de la cara, suaviza el semblante, alegra el corazón y, en definitiva, da ánimos para mirar el porvenir con cierto sosiego.
Mirando los periódicos, habida cuenta de que las noticias positivas interesan menos, nos echamos al coleto cada día un montón de catástrofes, guerras, tsunami, asesinatos sin número, hambres, en fin.
Claro, aguantar toda esta negra y cotidiana avalancha sin aliviadero psicológico pone el alma cercana a la de Jack el Destripador y, desde luego, este oficio de comentarista cotidiano de la actualidad sabemos que no resulta el más propicio para fomentar la alegría de vivir.
Por eso adoro a aquellos que contra viento y marea saben hacernos reír. En mi iglesia personal los humoristas tienen su suntuosa capilla y no es la primera vez que escribo sobre el asunto. Hace varias semanas murió el escritor británico Tom Sharpe, de quien no pude escribir en su día ni una línea jocosa precisamente por acumulación de trabajo de corte soso y ramplón. El nombre completo del autor es Tomas Ridley Sharpe, nacido en Inglaterra y educado en la ciudad de Cambridge en cuya universidad ejerció la docencia hasta que más tarde lo deportaron por “actividades antigubernamentales”.
El secreto formal que produce la carcajada en el autor de Wilt, así como de otras muchas obras, es la situación disparatada “en las que un comisario investigador tiene todos los puntos para volverse loco al mismo tiempo que el lector tiene todos los puntos para reír a mandíbula batiente”.
Imaginen a un profesor de Artes y Oficios que tiene un sueño: matar a su esposa. Pasa el tiempo, la esposa desaparece y el azar logra que el profesor se vea acusado de un asesinado que no ha cometido. Eso es Wilt en síntesis, una novela que burla y provoca al lector dejándole gratamente sumido entre disparates imaginarios y grandes carcajadas.
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