Instalado en la mullida rentabilidad de su labor sostenedora del PSOE en la Junta, el vicepresidente Valderas (IU) atraviesa con paso firme la cancela de la finca del descrédito y anda caliente riéndose de la gente. Especialmente de los que le votaron. Su última (es decir, la más reciente) aportación a la estiba de lastre que a diario hunde a su coalición en la charca del desencanto es ver que él también sabe actuar como uno de esos caciques de jaca y habano de la imaginería popular andaluza.
Según detalla de forma minuciosa el diario ABC, el vicepresidente Valderas, padre de la patria andaluza de los desahucios, adquirió su segunda residencia –sí, la segunda- a precio de saldo gracias, precisamente, al desahucio de su vecino.
Ni escraches, ni pegatinas, ni pancartas, ni concentraciones espontáneas: al señor Valderas le bastó con negarse a atender la oferta inicial que le hizo su vecino por el piso, para esperar a que, una vez en poder del injusto banco opresor, el precio de compra le resultase mucho menor. Comunista sí; tonto no. Una vez más, el conocido aserto de “haced lo que yo diga, pero no lo que yo haga”, alcanza las más altas cimas de la miseria moral cuando vemos que quien continuamente se arroga la exclusividad de los valores éticos, del compromiso ciudadano y de la decencia pública, se comporta a puerta cerrada como el más rancio de los plutócratas.
Comportamiento Qué no hubiera dicho el propio Valderas de un comportamiento como el suyo, si el que tan pellejeramente hubiera actuado fuera un miembro del PP, de la Patronal, de un banco o de un obispado. Probablemente habría dicho de esa persona las mismas cosas que los colectivos progres hubiesen dicho de alguien que, sin ser Valderas, se hubiera permitido la gracia de calificar a una compañera delegada de la Junta de Andalucía como “la de las tetas gordas”.
Bueno, pues ya verán como ahora tampoco nadie dirá nada. Y es que los desahucios son una tragedia… hasta que pillamos un chollo.
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