Lo que no esperaban en la dirección del PP es que Luis Bárcenas les traicionara de la manera que lo ha hecho: dejando a Mariano Rajoy a los pies de los caballos.
Ante la opinión pública, la credibilidad del presidente del Gobierno está en entredicho. Cuando a primeros de año con una rotundidad inusual en un hombre como él, tan ducho en cautelas y elipsis, dijo que "nadie podría demostrar que Bárcenas no es inocente", sentenció el juicio popular acerca del caso.
Los datos que figuran en los papeles en los que se consignan supuestos cobros de diversas cantidades en dinero negro cuando era ministro de Administraciones Públicas y de Educación y Cultura le vuelven a colocar en el disparadero porque la gente tiene memoria y no ha olvidado que también dijo que las informaciones que le atribuían cobros de sobresueldos eran falsas porque nunca había cobrado dinero fuera de su sueldo oficial de ministro.
Está claro que es su palabra contra la de Bárcenas, pero no se pueden soslayar los datos conocidos ni el hecho de que el ex tesorero y ex senador ha sido durante muchos años el hombre al que las sucesivas directivas del PP le fueron confiando la gerencia y control de las finanzas. De hecho, formaba parte de la dirección.
Era un hombre de confianza y estaba en posesión de los secretos de las finanzas. Parece claro que mientras alimentó la esperanza de que los hilos de la política podían destejer de noche lo que la justicia tejía de día, Bárcenas habló para negar credibilidad al contenido de las fotocopias publicadas. Confiaba en que su caso se eternizaría hasta acabar en prescripción u olvido.
Todo cambió desde el ingreso en prisión. Desde ese momento comprendió que le habían abandonado a su suerte y fue en ese momento cuando decidió pasar al ataque. Puesto que es al propio presidente del Gobierno a quien ha puesto a los pies de los caballos, parece inexcusable que Rajoy, haga algo más que prodigar sus silencios.
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