¿Corrupción? ¿Qué corrupción?

¿Corrupción? ¿Qué corrupción?

Antonio Felipe Rubio
01:00 • 19 jul. 2013

En las relaciones comerciales existe un adagio universalmente aceptado: “el que regala bien vende si el que lo toma lo entiende”. Otras variantes tan obvias como “sembrar para luego recoger” o  “para coger peces hay que mojarse el culo”… y así, hasta llegar a sentencias radicales como “amigo que no da y cuchillo que no corta, si se tira, poco importa”, vienen a expresar la conveniencia de establecer relaciones biunívocas productivas. 


Ya sea por impulsos emocionales cultivados con sutileza u óbolos, estipendios y agasajos con insultante generosidad, todo conduce a la finalidad trazada por ancestrales costumbres que, tamizadas por el refinamiento semántico, se convierten en ciencias como el marketing, diplomacia, misiones comerciales, lobbys, legaciones… 


Por otro lado, la legislación trata de impedir que algunas costumbres se hagan leyes. Sin embargo, y reconociendo la conveniencia del acomodo legal a modelos de convivencia actualizados, aún se practica un dadivoso culto a ciertas satrapías profesionalizadas en la ardua tarea de elegir sedes para eventos (olimpiadas, parques temáticos, infraestructuras).  Para este fin se justifican todos los medios, incluida la contagiada pulsión emocional del pueblo. Y conste que no se escatima en hoteles de lujo, restauración exclusiva, añadas prohibitivas y un estudiado compendio de costumbres y caprichos de comisarios y acompañantes. 




El chantaje emocional está admitido y saludado con efusivo afecto. Nada queda al albur de la objetividad, idoneidad o bondad del proyecto. Incluso, si es menester, se acomoda la ley (fumar en Eurovegas) o se pasa la mano con delitos ecológicos (tala en El Toyo) que, en otras circunstancias, resultaría inviable.


Una cosa es la aplicación de elementos persuasivos para la consecución de un bien común y otra, absolutamente distinta, la delincuencia desde la preeminencia del poder.




El escándalo milmillonario de los ERE comenzó con la foto de la devastación de crustáceos lamelibranquios a cargo de un edil de IU-CA. No bastaba con el enriquecimiento que les aguardaba, había que celebrarlo a lo bestia.


Asaz zafiedad, afortunadamente deja lugar al refinamiento intelectual y la sublimación de valores artísticos acrisolados en una subvención de 120.000 euros para disfrutar de unas Jornadas de Música Barroca en Vélez Blanco. ¡Joder, esto es nivel! 70.000 euros para todos los Cursos de Verano de la UAL y 110.000 para la lucha contra la droga ¡en toda la provincia! Y Fernando Martínez se monta un “festival” gótico-flamígero de indudable predicamento en los estratos sociales más desfavorecidos por los que pierde el sueño; luego recuperado en el deleite de la cantata, motete y sonata.





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