El posicionamiento de la mayoría del PSOE almeriense a favor de la candidatura de Susana Díaz no puede entenderse sin tres situaciones que han marcado la hoja de ruta socialista en los últimos tres años.
El primer capítulo ocurrió en las horas previas al comité provincial celebrado por los socialistas el jueves 29 de julio de 2010 en Mojácar.
La pugna entre griñanistas y chavistas había alcanzado su máxima tensión y -El Álamo- que defendía Diego Asensio desde la secretaría provincial era una fortaleza asediada desde Sevilla y saboteada desde Almería.
Las tropas de asalto lideradas por Mar Moreno desde el Consejo de Gobierno y por Luis López y Nono Amate desde el interior, prepararon para aquella tarde la batalla final. No pudo ser. Desde Sevilla hubo contraorden y el golpe se paró en el último minuto. La guerra por la sucesión de Griñán había comenzado y Susana Díaz no estaba dispuesta a que la entonces consejera de Presidencia captara para su tribu a los -indios- almerienses. (Escribo -indios- porque es la palabra que utilizan los políticos para calificar sus apoyos en cada pueblo o provincia, nunca en tono peyorativo).
Desde 1979 Almería ha sido para el PSOE andaluz una colonia en la que las diferentes direcciones provinciales siempre han ejercido un poder delegado. Pepe Batlles obedeció a Borbolla; Azorín y Amate a Carlos San Juan; Martín Soler a Chaves; y Diego Asensio a Pizarro. Ninguno tuvo nunca capacidad real de maniobra.
Susana mandó parar y cumpliendo con pulcritud legionaria el mandamiento de obediencia, Juan Antonio Segura Vizcaíno, Manolo García Quero y Juan Antonio Lorenzo propiciaron una solución menos dramática. Asensio seguiría de secretario provincial pero una comisión política dirigida por Segura Vizcaíno sería la encargada de diseñar la estrategia a seguir. Asensio reinaría y Segura mandaría.
Asensio vio la jugada y se aprestó a ella. -llegamos muertos a Mojácar y hemos salido vivos-, dijo satisfecho al despedirse aquella noche de uno de sus amigos tras la batalla. El tiempo es el mejor consejero y el senador ya había aprendido que una comisión integrada por decenas de militantes estaba condenada al fracaso. Así fue.
Con aquella jugada Asensio ganó tiempo; Segura protagonismo y Susana futuro.
El segundo acto ocurrió en la mañana del de junio de 2011. El domicilio de Adela Segura en la plaza de San Pedro fue durante las semanas previas un comité permanente en el que cada día se contaban las cartas de dimisión que harían caer a la ejecutiva y obligar así a la celebración de un congreso extraordinario.
Mar Moreno, como en el comité de Mojácar, controlaba y auspiciaba la operación. En la otra acera Susana Díaz contemplaba con inquietud los movimientos. Fue entonces cuando alentó al grupo de Segura Vizcaino a sumarse a la batalla aportando la dimisión del comité de los siete miembros que controlaba. Pero los guerristas no estaban porque les acompañara.
En la mañana del Día D y antes de ir a la sede de Pablo Iglesias representantes de los dos sectores se reunieron en una cafetería. Fue allí donde Segura se enteró que cada uno iría por su lado y que la acera de la avenida Pablo Iglesias no la recorrerían juntos. El pactismo de un año antes en Mojácar le pasaba factura. Si la posición moderada de Susana había ganado el comité de un año antes, era ahora la posición de Mar Moreno la que se imponía.
El tercer acto rompió el empate. Cuando los triunfadores de junio de 2011 optaron por José Luis Sánchez Teruel para apoyarlo en la elección de secretario provincial olvidaron que en política las apariencias siempre engañan. Teruel era un clon del Martín Soler del 98. Tímido, con capacidad de escuchar, que entraba en las reuniones casi pidiendo permiso, un tipo al que todos creyeron poder manejar. Eso fue lo que pensaron de Soler doce años antes Blas Díaz, Juan Callejón, Antonio Llaguno y Paco Contreras, y eso mismo es lo que creyó la viaja guardia cuando apostó por Teruel. Lo que nunca se les pasó por la imaginación es que acabarían enterándose de los cambios en las delegaciones provinciales de la Junta media hora antes de los nombramientos y, mucho menos, que Sonia Ferrer sería la elegida frente a sus tres candidatos para la Delegación del Gobierno.
Los políticos no tienen memoria para sus compromisos, pero sí para guardar los agravios y, a pesar de algún cambio de cromos, aquellas decisiones no se olvidarán nunca. Sánchez Teruel no debería ignorarlo.
Con lo que nadie contaba es que Griñán moviera ficha tras su inesperada permanencia en el poder. Mar Moreno cambió de consejería y era Susana Díaz la que se sentaba a la derecha del presidente. La sevillana había ganado a la jiennense y Teruel, que vio venir la jugada desde lejos, ya se había situado meses antes a su derecha acompañado por Adela Segura y sus hombres y mujeres de confianza.
Susana no es Chaves; tampoco será Griñán; pero el BOJA de los nombramientos (y por tanto de los apoyos), sigue siendo el mismo. No va a hacer la renovación con dirigentes de hace veinte años. Lo sabe ella y lo sabe Teruel. Lo que no sé si lo sabe es la vieja guardia. Pero ya se enterarán.
El cambio de verdad empieza ahora.
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