La bonanza económica de la década pasada llenó la geografía provincial de obras faraónicas. No había pueblo que no tuviera la suya. Muchas de ellas nunca se llegaron a acabar, y ahí siguen, enhiestas, entre descarnados ladrillos, como muestrario de una época que posiblemente nunca se repetirá. Otras corrieron mejor suerte y la cinta inaugural llegó a cortarse.
Entre estas últimas está la piscina cubierta de Huércal-Overa.
Por poco dinero, algo más de dos millones de euros, de los cuales una parte importante la puso la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Huércal-Overa se encontró con una instalación que costó más de siete millones.
Una empresa de renombre nacional, Técnicas Reunidas, se dejó arrastrar por la euforia del momento y, a cambio de una concesión de 50 años, puso a disposición del pueblo unas instalaciones que comprenden cuatro piscinas, entre ellas una de 25 por 12,50 metros, y otra de enseñanza o calentamiento de 7,75 por 12,50 metros, además de vestuarios, almacenes, gimnasio y enfermería. Un lujo de obra.
Pero en éstas llegó la crisis y a TR las cuentas no le salen. Y, ni corta ni perezosa, ha comunicado al Ayuntamiento que o arreglan “lo suyo” o el 18 de agosto echa el cerrojo y entrega las llaves en la Casa Consistorial.
El alcalde dice que los contratos están para cumplirlos, mientras el PSOE piensa que habría que sentarse y hablar, que hablando se entiende la gente.
El tema está feo. La piscina es una ruina para TR. Pero se columpiaron en cantidad, a pesar de ser una empresa de mucho prestigio.
Posiblemente no sea una instalación para un pueblo como Huércal-Overa. Pero, ya que está, ¿qué hacemos? Pues eso. Que qué hacemos.
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