Lo que el olvido de Almería esconde

Lo que el olvido de Almería esconde

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 15 sept. 2013

La pasividad globalizada con que desde hace mil años se comportan los almerienses ante cualquier agravio ha hecho caer a los políticos que nos gobiernan en la tentación de ignorar el principio físico de que por definición a toda acción le sucede una reacción. Así ha sido siempre, o casi. Con los almerienses -piensan- nunca pasa nada; y si pasa, no pasa nada.
Por eso les ha cogido por sorpresa lo que ha ocurrido desde que el lunes se supo que Almería volvía a ostentar el bajo honor de ser la única provincia andaluza en quedar fuera del consejo de gobierno hecho público ese día por Susana Díaz.
 Nunca hasta esta semana habían sido tantas las voces que se habían hecho oír por los que han -hemos- considerado que esa exclusión debía ser valorada como un punto y final en el mapa sevillano de agravios comparativos soportados en silencio por los ciudadanos almerienses.

Cuantía No es que en la exclusión del lunes hubiese mayor cuantía de agravio que en las perpetradas durante los últimos treinta años: sólo cuatro almerienses, cuatro, de entre los 182 consejeros nombrados en treinta y un años. Susana Díaz no ha actuado peor que Escuredo, Borbolla, Chaves o Griñán.

Nuevos tiempos Es que ha cometido (o le han hecho cometer quienes le asesoraron en la madrugada del lunes) un error en el que nunca debió caer una política que cobijada en el paraguas de “nuevos tiempos” había proclamado su voluntad para cambiar los comportamientos que provocan la indignación, tan justificada, de los ciudadanos hacia quienes les gobiernan, sea desde el poder o desde la oposición. Si el cambio de gobierno se hubiese producido como una remodelación más sin relevo de presidente, la protesta habría quedado reducida a un titular de página par sin relieve. El mismo argumento interpretado por el mismo personaje aburre. Ningún almeriense -ni Martín Soler, que fue uno de sus primeros apóstoles antes de ser guillotinado- esperó nunca nada de un presidente que llegó revestido de primer actor y acabó la función de secundario.

Pocas visitas A Griñán -como a Escuredo, Borbolla o Chaves- siempre le interesó poco Almería y se le notaba. Tanto que en cuatro años, cuatro meses y cinco días de presidencia -1598 días- sólo la visitó en unas pocas decenas de ocasiones; y casi todas ellas en fin de semana (Laujar es una tierra de excelentes vinos y excelentes amigos).
Con Susana era distinto. Su llegada había generado (y sigue generando: un error aminora el crédito de quien lo comete, pero no acaba con él; a ver qué pasa a partir de ahora), su llegada, digo, había generado la expectativa que siempre acompaña la llegada de aire fresco.
Por eso su inexplicada e inexplicable decisión  -¿cómo justificar, salvo desde el cinismo o la mentira, que todas las provincias están representadas en el consejo de gobierno menos Almería: es que aquí somos más tontos?- disparó las alarmas.

Estrategias políticas Las críticas generalizadas a esta exclusión no están provocadas por el provincianismo. Quienes sostienen esa teoría, por convicción o por interés, o no entienden o, lo que es peor, no quieren entender por estrategias políticas personales.
Lo que ha irritado a tantos  -alcaldes y dirigentes socialistas incluidos; sí, sí, créanme, a la mayoría del PSOE, incluida su dirección, les ha molestado la decisión, aunque lo callen en público-, lo que ha indignado a casi todos no es la ausencia de un almeriense en la mesa de San Telmo, es lo que eso significa.
Lo importante no es estar, es ser. Con esta decisión lo que no ha sido valorado es la capacidad y el trabajo de los hombres y mujeres de esta tierra y, sobre todo, su forma de mirar el futuro.

Enfrentarse al futuro La forma de enfrentarse al futuro de un sector tan importante en la estructura económica andaluza como la agricultura no es la misma desde la cultura agraria aprendida en Sevilla, Jaén o Almería. Los sistemas productivos de estas provincias no sólo no son similares, sino que, en su esencia, son antagónicos. ¿Qué tienen que ver las grandes fincas de Sevilla como el monocultivo almeriense? ¿Dónde confluye la subvención permanente al olivar con la permanente innovación tecnológica, genética, funcional o comercial de los invernaderos y sus entornos?
Es evidente que el ser de una provincia no determina la capacitación para ejercer una responsabilidad. Pero es aún más evidente que esa función podrá ser también desarrollada con igual garantía de éxito por aquellos que por conocimientos o experiencia llevan en su mochila una visión más cercana al futuro que al pasado. ¿Por qué, entonces, despreciar siempre y por sistema a quienes, por su cercanía a los nuevos conceptos productivos, se les supone, cuando menos, el mismo nivel de conocimientos que a los elegidos durante treinta años?

Provincias que imponen En cuanto a ese desdén pedante por el provincianismo, ¿se ha preguntado quien lo censura si la permanente presencia de Zarrías en los gobiernos andaluces ha beneficiado (¡y cuánto!) a su provincia o por qué Málaga siempre aspira e impone que sea de su provincia el consejero de Turismo o Granada el de Educación?
El poder sevillano nunca se ha sentido cercano con Almería y Almería nunca se ha sentido cómoda con el poder sevillano. Esto es así y quien lo discuta o está ciego o le ciega un interés remunerado.
Y ante este desencuentro permanente los almerienses han dado un paso más exteriorizando su incomodidad. De la Junta depende ahora que la incomprensión que ha provocado durante treinta años esa incomodidad no acaba despertando el sentimiento uniprovincial hasta ahora dormido pero siempre vivo.

Almería, la última Almería no puede continuar llegando siempre la última a donde nunca pasa nada porque desde Sevilla nadie se ha preocupado en hacer lo que tiene que hacer. No podemos ser los últimos en todo o en casi todo. No podemos, como Penélope, sentarnos en un andén viendo los trenes pasar mientras caen las hojas en un otoño permanente.

Cansancio Nos hemos cansado de estar sentado en ese andén meneando el abanico y esta semana ha demostrado que el viento del abanico puede convertirse en un huracán de vocación uniprovincial. Shakespeare, tan inteligente siempre, aludió a ese principio físico de acción-reacción de la que escribía al comenzar esta carta en el excelente monólogo de Shylock en su Mercader de Venecia.

Sólo las migajas Vuelvo al texto del escritor inglés y adaptándolo a la relación entre el poder sevillano y Almería podría escribirse que si durante treinta años han insultado con el olvido nuestra “raza” ofreciendo sólo las migajas que otros no querían; obstaculizado nuestros negocios ejecutando o propiciando derribos como la casa de los Prior en Vera, el Algarrobico en Carboneras o las miles de casas de los ingleses en el Almanzora, mientras que en otras provincias con mayores atrocidades urbanísticas no se han atrevido; si han enfriado a nuestros amigos del norte decretando normas que dificultaran su llegada e inflamado a nuestros enemigos del sur con su pasividad; si han invertido miles de millones en metros y tranvías escasamente rentables cuando no inutilizados, mientras que aquí vamos en trenes de lentitud prehistórica; si todavía hay enfermos que tienen que buscar en otros territorios solución a sus dolencias porque aquí no las encuentran; si todavía hay pueblos donde el agua no es apta ni para lavarse; si hay zonas turísticas asfixiadas por la náusea que provoca el olor de unas depuradoras insuficientes; si se alimentan con la influencia la llegada de cientos de millones a actividades económicas terminales cuando se racanea la ayuda a empresas y sectores que devuelven ciento por uno; si todo eso ocurre, ¿cómo quieren que respondamos?

Indolencia La indolencia que nos han enseñado un día podríamos ejecutarla y hacerlo de tal modo que sin duda superará a la de los instructores.
Mi pasión por los mercaderes y Venecia me hará perdonar la lectura libre del texto shakesperiano. La pasión de los almerienses por Almería no tiene que perdonarse. Tiene que alimentarse. Y de que no acabe estallando hacia vías separadoras tienen la responsabilidad quienes nos gobiernan desde Sevilla. Está cambiando el tiempo.
De Susana Diaz depende que no acabe en tormenta.
Confiemos en su inteligencia. Pero tengamos el paraguas preparado.







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