Los franceses pensaron que la Revolución Francesa corregiría todos los errores del estado en que se encontraban en el año 1798 buscando una ruptura con el pasado. A mi parecer y el de muchos ya que así ha pasado a la historia, esta Revolución no arregló aquella Francia.
El pueblo polaco, en contraste con ese enfoque, cuando sufrió con la división de Polonia, insistían en que Revolución significaba para ellos “la recuperación de los valores morales y espirituales que se habían perdido.
Juan Pablo II, un Pontífice de tan grato recuerdo para todos, y algunos intelectuales de la resistencia anticomunista en el Este de Centroeuropa, creían que “vivir en la verdad” podía cambiar lo que en la historia parecía inmutable, pensaban que son las espirituales y culturales, más que las políticas y económicas, las que ayudarían a salir de sus sufrimientos. Y es que la Historia es un impulso de largo alcance, nacido de aquello que respetamos, apreciamos y amamos, lo que pensamos es bueno, noble, y fiel.
Un impulso de largo alcance propiciado por la cultura, por la expresión que se les da en el lenguaje, en la literatura y en el arte. Por todo aquello por lo que las personas estamos dispuestas a arriesgar nuestras vidas. Los pueblos que han sufrido a lo largo de su vida, saben muy bien que lo que mueve la Historia es la cultura. El paso de San Pablo desde Troya, en Asia Menor, a Filipos, en la costa griega de Europa contribuyó a configurar el futuro de la cultura y de la historia europea mucho mas que todo lo que sobre esa ciudad y esa época se había escrito. Y es que San Pablo predicaba la figura de Cristo, un Rey distinto del César, pero fueron incapaces de captar el significado de sus palabras.
Cuando veo los grupos de personas protestando en contra del Gobierno actual, o en las Cortes hablando sin educación alguna, yendo en contra de la promulgación de leyes que van a favor de la dignidad humana, (nueva Ley del Aborto) o las más conscientes de que vivimos en momentos difíciles, fruto de los años anteriores en que tiramos por la ventana, más de lo que teníamos, hemos de comprender y aceptar cuanto nos lleve a arreglar nuestro mundo.
Y no se arreglará atacando a la Iglesia, sino recuperando los valores de un pueblo que ha vivido siendo católico y debe seguir viviendo recuperando los valores cristianos que encontramos en los Mandamientos ,las Bienaventuranzas y las obras de Misericordia fundamentalmente. Ahí está la solución a los problemas del mundo actual, no la busquemos por otros caminos porque no la encontraremos. Un “Ripalda” bien aprendido nos puede llevar a ser mejores.
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