Dejó escrito el clásico que cuando un error se repite una y otra vez, deja de ser error y se convierte en opción. Lo estamos viendo estos días en las cosas que dice Artur Mas sobre Cataluña y la Unión Europea. El presidente de la “Generalitat” sabe que el Tratado de la UE prevé que si un territorio de uno de los países signatarios se separara del Estado firmante, deja de pertenecer a la Unión.
Lo sabe, pero, aún así insiste porque es consciente de que sí reconociera que la hipotética secesión de Cataluña comportaría su automática exclusión de la Unión, se enfriaría el entusiasmo de muchos de los que se han sumado a la “Vía Catalana. Mas y su portavoz, Francesc Homs, saben que están proclamando una falsedad, pero confían en los medios afines para reiterar el mensaje.
En definitiva, las opiniones de la gente se basan en la información de la que dispone y esa información, en el caso de la mayor parte de los medios catalanes, ha sido seleccionada para orientar hacia una conclusión en vez de otra. ¿Qué debería hacer el Gobierno de Rajoy? Pues lo que está haciendo: intensificar la ofensiva diplomática para contrarrestar la campaña desplegada por la “Generalitat”.
No es casualidad que el ministro García Margallo esté multiplicando su presencia en foros para explicitar, dentro y fuera de España las consecuencias de una hipotética secesión de Cataluña. Cosa diferente es atreverse a pronosticar el efecto que puede conseguir la reiteración del discurso constitucionalista entre quienes fueron reclutados para ese ofuscamiento pequeño burgués que es como de Lenin definía al nacionalismo. En fin, tengo para mi que los esfuerzos de García Margallo son encomiables, pero también pienso que en relación con este asunto quizá sea tarde para cualquier cosa que no sea la exigencia del cumplimiento estricto de lo dispuesto por la Constitución y las leyes.
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