La pesada anfibología

La pesada anfibología

Luis del Val
23:25 • 21 sept. 2013

Los políticos le tienen pavor a expresarse en términos que entienda la mayor parte de la gente que sabe leer y escribir. Prefieren acudir al eufemismo o al lenguaje tecnificado, como si eso les diera cierto marchamo de iniciados que pudiera causar un enorme respeto en los demás, pero lo que causa no es reverencia, sino que produce un poco de risa. Ya Amando de Miguel, con su fina sensibilidad ante la aparición de nuevas jergas, nos avisó del nacimiento del politiqués, una especie de jerigonza entre cultista y cursi, un entreverado entre el ejecutivo pedante y el presidente de diputación prosopopéyico. Ahora, con el rimbombante anuncio de la nueva ley de sostenibilidad de las pensiones, las elocuciones de los políticos alcanzan grados tan caricaturescos que serán difíciles de olvidar. Todo ello nace de algo tan razonable como que la gente tarda mucho tiempo en morirse, lo cual es positivo, pero las arcas de la Seguridad Social no pueden soportar 100.000 jubilados más al año, sin que aumente el número de trabajadores cotizantes, y eso es negativo. Esto, que lo puede entender incluso un niño catalán al que hayan obligado a ir a la Diada, no se atreven a explicarlo las lumbreras del PP, y cuando les arrancas la afirmación, como si les arrancaras una muela sin anestesia, echan mano de la sostenibilidad. Y los del PSOE, que comparten con el PP el convencimiento de que el electorado carece de inteligencia, sobre todo cuando no les votan, aprovechan la ocasión -¡ellos, que congelaron las pensiones!- para denunciar esta irritante anfibología. Ya nos advirtió un ministro socialista que había que hacerse un plan de pensiones privado, si querías hacer tres comidas al día y pagar el teléfono, pero ahora se ponen muy dignos y dicen que estos de la anfibología se van a cargar el Estado del Bienestar. Bueno, el Estado del Bienestar no se lo carga nadie: se va hundiendo en toda Europa, y en Holanda ya han dicho que hay que revisar el modelo, porque esto no aguanta. Me consta que la verdad para un político debe de ser tan incómoda como un solomillo para un vegetariano, pero tendrán que hincarle el diente, y dejar de pensar que los votantes somos listos para elegir a quien gobierna, pero tontos cuando los que gobiernan nos hablan.







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