A veces la manía de ser precisos nos pierde. La política, bien es sabido, ofrece múltiples ocasiones para el silencio que incomprensiblemente son desaprovechadas por algunos políticos. “Habría estado mucho mejor callado”, solemos pensar cuando leemos o escuchamos alguna declaración que bien podría parecer dictada por sus más acérrimos enemigos, o incluso por un político de otro partido.
Y esa sensación es la que le queda a uno tras leer que el PSOE de Almería ha instado al Gobierno a que señale qué datos maneja sobre el “preocupante descenso” de gamba roja detectado en el caladero de Garrucha. No digo yo que la inquietud de los armadores y marineros no merezca la atención de los políticos, pero sí que quizás no sea la escasez de estos apreciados crustáceos el argumento que mejor venga a simbolizar la estrecha unión entre el pueblo y sus representantes. Verán, si digo esto es porque resulta altamente improbable que alguien no asocie en la actualidad la ausencia de mariscos de nuestros mares con la proliferación de ágapes, comidas, encuentros y agasajos protagonizados por el sindicato afín al PSOE, la UGT, y en los que el rico manjar ha sido devorado a destajo. No entraré ahora en el grosero capítulo de quién pagaba esos festivales, quién engordaba las facturas, quién consentía los desmanes y quién hacía la vista gorda. Mi inquietud es meramente oceanográfica. ¿Cómo no van a estar los caladeros esquilmados si en una sola comida veinte ugetistas llegaron a zamparse treinta bandejas de langostinos? Si en lugar de ser tan certeros y fijarse en la gamba, hubieran preguntado por el precio del gasoil, las ayudas al desguace de embarcaciones o cualquier otra cosa, nadie habría sacado el tema de las mariscadas sindicales. Pero les pierde la manía de chupar micro, igual que a otros les pierde la manía de chupar cabezas de crustáceo. Con su pan se lo coman.
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