Todas las mañanas al ir a comprar el periódico me llama la atención este presuntuoso fantoche de la basura que tiene todas las apariencias de un sarcófago. Si antes fue el símbolo de la sociedad de consumo, hoy con la crisis en sus lomos no pasa de un asquerosos retrete de nuestros detritus. Y no basta que allí vaciemos nuestras bolsas llenas de residuos malolientes. También habría que dejar las promesas del Gobierno cuando asegura que vamos por buen camino y que ya estamos saliendo del pozo.
Un Premio Nobel acaba de decir que cuando un país mantiene un 25% de desempleo está todavía en la recesión. Así que apliquémonos el cuento. La gente no lee porque no tiene tiempo, el día lo necesita para otras cosas. Además, según hemos comprobado en el último ranking, la lectura de los números le produce mareo. No obstante, dispone de otros signos más claros para vislumbrar las consecuencias de la crisis y es hurgar en el contenedor. Cuando veas a un rumano o un sahariano revolviendo con un palito el cajón de la basura aquello que no quiere la mayoría de los vecinos, dite para ti: he ahí la crisis. Y lo peor no son los tomates podridos o los paños de la menstruación que asoman por la boca de las bolsas, sino las mentiras del Gobierno en forma de vomitonas retóricas.
He oído decir que los agricultores de Almería han descubierto una técnica resultona para limpiar el ambiente de mosquitos. Y es colocar murciélagos dentro de los invernaderos. Me pregunto cuántos murciélagos harían falta para desinfectar ciertas oficinas. Pero volvamos al contenedor que es el símbolo de este tiempo. Así como las funerarias tienen una indiscutible importancia higiénica respecto a llevarse bien lejos los cuerpos de los muertos, así también los camiones de la basura van bien provistos de mecanismos autónomos para no tocar siquiera la carga. Tal relevancia han adquirido los basureros que basta que un ayuntamiento se retrase un poco en pagar para que estalle la revolución del mierda. Cada época tiene sus armas. Hoy los alumnos de Marx suelen leer el Capital entre la basura de los contenedores. Y el alcalde, a subir los impuestos incumpliendo el programa.
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