Vampiros de palabra y obra

Una de los temores que George Orwell refleja en la siempre inquietante y cada vez más profética, “1984” , se refiere al vaciado y usurpación del significado de las palabras por parte de los gobiernos, que pasarían a ser empleadas a conveniencia de las autoridades para la transmisión de sus consignas. “En nuestra época no existe tal cosa como -mantenerse fuera de la política-. Todas las cuestiones son cuestiones políticas, y la política misma es una masa de mentiras, evasivas, tonterías, odio y esquizofrenia”. Si tenemos en cuenta que la frase del autor inglés está escrita hace casi setenta años, tal vez deberíamos prestar más atención no sólo a lo que se nos quiere decir, sino sobre todo a lo que no se nos quiere decir mientras se nos dice. O, empleando el lenguaje poético, que no nos tomen por idiotas. Así es fácil entender que el ministro Montoro se despachase hace unos días con esa impactante revelación acerca de que en España los salarios no están bajando porque en realidad están “moderando su crecimiento”. O algo así. Puede que a algunos les dé risa este nivel de ocurrencias, pero a mí me da miedo. Miedo porque la creencia de que todo puede dirigirse y modificarse a través del lenguaje está más asentada de lo que llegan a sospechar incluso los  más pesimistas. Fijémonos, por ejemplo, en los responsables de la Junta de Andalucía en Almería asegurando que las obras del prometido hospital materno-infantil no están vergonzantemente postergadas, sino que, por el contrario -y a pesar de no haber dinero para ellas- siguen siendo “una prioridad”. Es decir, que no contentos con haber mentido y defraudado a los almerienses prometiendo un hospital necesario y magnífico, se permiten el lujo de insultar la inteligencia de la gente con consignas tan incongruentes como calificar de prioritario un asunto que ellos mismos saben no van a llevar a cabo porque, precisamente, tienen otras prioridades. A veces pienso que Orwell se quedó corto.